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22ene16


Afganistán, la guerra y el peligro de otra primavera negra


El presidente Ashraf Ghani dijo recientemente que Afganistán espera lo mejor en 2016, mientras se prepara para lo peor.

Pero lo peor, si no está ahí ya, parece andar muy cerca, como demostró un informe de la agencia local TOLOnews, al revelar que el país registró nueve mil 996 incidentes de seguridad y atentados durante el año pasado.

Como consecuencia de esa ola de violencia, cerca de 16 mil miembros del ejército y la policía resultaron asesinados o heridos, casi cuatro mil más que en 2014.

"Las fuerzas de seguridad afganas sufrieron terriblemente en 2015, pero también lo hicieron los talibanes", expresó al respecto un funcionario del gobierno.

Esa perspectiva, sin embargo, no cambia el criterio de analistas de que la guerra, lejos de apaciguarse, suma cada día nuevos frentes.

El diario The New York Times citó reportes de inteligencia sobre el resurgimiento en Afganistán de los campos de entrenamiento de Al Qaeda, lo que entraña cierta ironía, pues eliminar las bases de esa red terrorista constituyó el pretexto original de la invasión de Estados Unidos y la OTAN en 2001.

Por si fuera poco, las fuerzas afganas se enfrentan a la vez al autodenominado Estado Islámico (EI) que ahora posee ramificaciones en cuatro provincias. Una presencia lo suficientemente significativa para intentar disputarle al movimiento Talibán la supremacía en la nación asiática.

El primer enfrentamiento entre ambos bandos tuvo lugar en el distrito Kajaki de la provincia sureña de Helmand, tras lo cual se propagaron como pólvora a las provincias de Zabul, Farah y Nangarhar.

A raíz de esos altercados, el informe de TOLOnews refiere un aumento notable de la violencia contra los civiles, al contabilizar más de 650 personas secuestradas en el año, incluidos los 31 pasajeros de un autobús en Zabul.

"Los civiles siempre son víctimas de la violencia y el conflicto por culpa de los insurgentes, en particular de los irregulares que se esconden entre la gente", declaró Iqbal Safi, un miembro de la Comisión de Seguridad Interior en la Wolesi Jirga (Cámara Baja del Parlamento).

Una percepción diferente que parece aflorar cada vez con más fuerza, es que la ocupación militar sustentada en el país para garantizar un control efectivo de gobierno, en realidad controla muy poco.

Esto último se hizo evidente después que los aviones de combate estadounidenses bombardearon por accidente un hospital de Médicos Sin Fronteras durante las operaciones para retomar la ciudad de Kunduz, con lo cual borraron también del mapa a 30 pacientes e integrantes del personal de salud.

Según fuentes del Pentágono, el helicóptero de combate AC-130 que abrió fuego, infringió las reglas, al disparar sin tener señal de video del objetivo, un error que colocó a las fuerzas de ocupación bajo un mayor escrutinio.

En busca de una salida inescrutable

"Sin duda, 2015 fue un año difícil, pero esto tiene una razón en la retirada de las tropas extranjeras y la entrega de forma responsable a las fuerzas afganas de las operaciones militares", explicó el portavoz del ministerio afgano de Defensa, Dawlat Waziri. Y algo de razón tiene.

La retirada de sus tropas supone cuando menos una cuestión espinosa para Estados Unidos y sus aliados que constatan cómo el empeoramiento de la situación dificulta una salida viable a un conflicto, el cual se prolonga sin avizorarse el fin.

En octubre de 2015, el presidente Barack Obama anunció la reducción a cinco mil 500 de los soldados norteamericanos en Afganistán para 2017, como parte de una retirada escalonada al término de su mandato en la Casa Blanca.

Pero el general John F. Campbell, comandante de las fuerzas estadounidenses y de la OTAN en Afganistán, refutó a Obama cuando afirmó que exhortará a su gobierno a mantener los nueve mil 800 militares aún presentes allí.

"Podemos decir que ya no llevamos el peso en las operaciones de combate, pero los afganos sin duda todavía están en guerra", declaró Campbell en una entrevista con el diario USA Today, durante la cual deslizó que el conflicto militar supone como nunca antes un atolladero.

Desde el inicio de la guerra en octubre de 2001, murieron más de dos mil 380 oficiales y soldados norteamericanos, y otros 20 mil resultaron heridos, al tiempo que su costo supera el billón (millón de millones) de dólares.

Quizá por ese motivo Washington comenzó a tantear la posibilidad de una salida diplomática, al reanudar en Kabul las negociaciones de paz iniciadas en Islamabad junto a representantes de China, Pakistán y Afganistán.

Esa vía, no obstante, también parece encontrar escollos por el rechazo del Talibán a participar y a que el gobierno de coalición afgano también emite señales de fractura interna.

Nada más comenzar el año, de hecho, varios funcionarios del gabinete arremetieron contra la Comisión Electoral por fijar para el próximo 15 de octubres unas elecciones parlamentarias largamente aplazadas, al calificar ese anuncio como ilegítimo.

Mientras, la creciente inestabilidad y el deterioro de la seguridad en el país continúan sin encontrar paliativos, comoquiera que solo en Kabul hasta seis ataques suicidas con bombas tuvieron lugar durante lo que va de año.

Uno de ellos, perpetrado en las inmediaciones de la embajada de Rusia, causó cinco muertos y 24 heridos.

Así que 2016 experimentó un inicio igual de horrendo que el final de 2015. Y todavía queda el temor a otra primavera negra como la del año pasado, cuando los talibanes emprendieron su ofensiva.

Según el informe de TOLOnews, con la puesta en marcha de la operación 'Azm', mayo se convirtió en el mes más volátil para Afganistán el año pasado, pues entonces sacudieron al país mil 26 choques armados y atentados.

[Fuente: Por Ariel Barredo Coya, Prensa Latina, La Habana, 22ene16]

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War in Afghanistan & Iraq
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