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DERECHOS


28may00


Entrevista con la juez Flor de María García Villatoro, jueza instructora del caso Gerardi.


Por Christa Bollmann

En la puerta del despacho, un rótulo impreso en computadora sobre una hoja de papel bond indica el cargo de Flor de María García Villatoro: Jueza. Admite que lo hizo colocar allí para que quien llega por primera vez a esa oficina, en el segundo piso de la Torre de Tribunales, sepa que es una mujer quien desempeña tal puesto.

Cuando estuvo al frente del Juzgado de Instancia de San Marcos, no faltaba quién considerara a la abogada originaria de Huehuetenango, y graduada del Centro Universitario de Occidente (de la Universidad de San Carlos de Guatemala -USAC-), una más de las secretarias. Dice tener el carácter fuerte que su abuelo le atribuía, como requisito para ser buena profesional; pero durante la plática, más que esa marca personal, hizo notar su capacidad de mantener la calma, sobre todo al abordar el tema de las intimidaciones de las que ha sido víctima en los últimos días. Ha ejercido la carrera judicial durante cerca de ocho años, y desde hace aproximadamente 14 meses tomó las riendas del Juzgado Segundo de Instancia Penal, antes irónicamente llamado "El biotopo", porque era el lugar donde "volaban los quetzales". Hoy es el juzgado desde el cual García Villatoro sigue el proceso por el asesinato del obispo Juan Gerardi.

* Cuando se decidió por la carrera de Derecho, ¿sabía lo difícil que es el cumplimiento de las leyes en un país como este?

No me lo imaginaba tan difícil.

* Pero decidió seguir adelante. ¿Qué le hizo descubrir tal vocación?

(Ríe) Mi abuelo me atribuía un carácter fuerte, y consideraba que por ello iba a ser buena abogada.

* ¿Tenía razón?

Sí, tengo carácter fuerte (vuelve a reír). Con ello quiero decir que tengo un margen de decisión, sin dejarme influir por los factores externos. Decido, sin tomar en cuenta ni el qué dirán, ni los riesgos. Actúo de acuerdo con mis convicciones.

* ¿Era muy apegada a él?

Sí. El fue líder en su comunidad, una persona con mucho criterio y sabiduría. Aunque desde pequeña he sido muy independiente, también ha influido en ello mi madre, una mujer que ha trabajado mucho y luchado, pese a las dificultades económicas y a las limitaciones.

* ¿Trabajaba a la par de ella?

Mi madre nos enseñó las tareas de la casa, pero no trabajé sino hasta después de haberme graduado de abogada. Eso me permitió desempeñarme como pasante. Pude ver la función de los jueces y la organización de diversos juzgados, sin estar involucrada directamente en los casos. Fue ahí donde noté la necesidad de una verdadera vocación de servicio.

* De niña, ¿era defensora de causas particulares?

(Ríe) Casi siempre he sido líder. En el colegio, donde me gradué de Maestra de Educación Primaria, en La Salle, y posteriormente en la universidad. Fui presidenta y vicepresidenta de la Asociación de Estudiantes Becarios de Derecho en el Centro Universitario de Occidente de la USAC, el CUNOC. Ocupé varios cargos de elección.

* ¿Le interesa la política?

No. No me interesa.

* ¿Ha sido víctima de algún hecho que considere particularmente injusto?

Se suele considerar injusto lo que posiblemente no tiene nada que ver con la decisión humana, por ejemplo la muerte de una amiga que falleció de cáncer. No era justo que muriera tan joven y dejara dos hijos. A veces una se pregunta por qué la vida se corta cuando alguien tiene tanto qué dar y, por qué no decirlo, también qué recibir.

* ¿Cuándo deja de ser objetiva la justicia?

Cuando las leyes no responden a la realidad y no evolucionan con la sociedad. Me parece, por ejemplo, injusto que el Código de Familia tenga un trato diferente hacia la mujer. Desde los años 60, éste no ha sido modificado. La normativa general no debería menospreciar a la mujer. Hay situaciones en las que ella se desempeña igual o mejor que el hombre.

* Al principio de su carrera fue jueza de paz, ¿cierto?

Sí, en Retalhuleu, y eso empezó a marcar mi carrera.

* ¿Por qué lo dice?

Considero un ideal el hecho de ser jueza de paz. Se ve todo lo que un abogado puede dar y los riesgos que debe enfrentar.

* ¿Qué fue lo más difícil al desempeñar aquel cargo?

Lo más difícil... lo más difícil fue enfrentar y percibir el dolor de las víctimas en hechos violentos. Me tocó ver, después del asalto y asesinato de una pareja de esposos, el sufrimiento de un hijo que encontró a su madre, mayor de 50 años, violada, maniatada, desnuda, tirada en un pastizal. Ésos no son casos aislados.

* Sin embargo, como jueza le corresponde mantener la calma y la fuerza ante las víctimas.

Pienso que esa fuerza sólo puede venir de Dios, sobre todo en los momentos más difíciles. Hay que afrontarlos, por ejemplo, durante una persecución en la que, como jueza de paz, se corren riesgos. Hay que confiar, porque se está actuando de buena fe.

* Estuvo en Retalhuleu cuando aún no había terminado el conflicto armado interno. ¿Cómo era la situación de seguridad en la Costa Sur en aquellos años?

Me tocó vivir la liberación de un ahora ex guerrillero. El procurador, en aquel entonces, lo presentó ante el juzgado, después que él le manifestara su deseo de acogerse a la amnistía. Llegó armado con una AK47 y con una crisis psicológica muy fuerte. Ver cómo los militares lo observaban, ya no como delincuente, sino como un ser humano igual que ellos, tenía implicaciones emocionales, no sólo para él sino para quienes estábamos presentes.

* Supongo que eso no es todo.

Había que salir a cualquier hora, antes o después de la media noche, a ver cadáveres en lugares despoblados, y practicar inspecciones en zonas solitarias, cerca de las [plantaciones] huleras, por ejemplo, entre Coatepeque y Retalhuleu. La situación era difícil entonces.

* ¿Enfrentó casos de secuestro en aquella época?

La violencia era de otro tipo; podría decir que entonces [los secuestros] todavía no estaban de moda. Pienso que eso es producto de un crimen más organizado.

* ¿A partir de qué momento considera usted que se organizó esa forma de crimen?

Estimo que durante los últimos cuatro años, cuando ha habido crímenes más violentos, sangrientos, con mayor planificación, por parte de grupos más organizados.

* Es contradictorio, pues fue hace casi cuatro años que se firmó la paz en Guatemala.

Parece como si la fuerza policial hubiera perdido presencia, aunque antes fue diferente. En esta nueva época de la sociedad, la seguridad debe estar más fortalecida, pero desde el punto de vista de las autoridades civiles.

* ¿Cree que se ha debilitado el sistema de seguridad?

No es que se haya debilitado, sino que debe funcionar de manera diferente. Debe responder al sistema democrático, al Estado de Derecho, en el que se respeten las garantías judiciales, pero debe existir una organización que no sea represiva.

* Antes mencionó que en su profesión se requiere un verdadero ideal de servicio. ¿Piensa que, además, es necesaria una dosis de idealismo?

Muchas personas, entre ellas también abogados, me han dicho que no podrían estar en mi lugar. Pienso que para ello se debe tener vocación, porque hay mucho trabajo, se vive bajo constante estrés y se debe ser muy tolerante. Son cualidades que, si no se tienen, hay que desarrollarlas, principalmente cuando se trata del ramo penal.

* Todos reconocen que la rama penal del Derecho es la más difícil, pero alguien tiene que hacer ese trabajo. ¿Qué la animó a involucrarse más en este campo?

Un juez de paz debe desempeñarse en Derecho penal, civil, laboral y de familia, pero cuando se produjo el cambio de Código Procesal Penal, en 1994, hubo un período de capacitación en este ramo. Cuando fui ascendida a jueza de instancia, actué como jueza mixta, pero me fui especializando en lo penal. Si no me hubiera sentido cómoda, habría pedido ser jueza civil.

* De juez de instancia en San Marcos, pasó al Juzgado Quinto de instancia penal, y posteriormente al segundo.

Había estado gestionado mi traslado a un juzgado de sentencia para continuar con mi carrera judicial, pero se me ofreció esa judicatura en la capital, lo que para muchos ya significa un ascenso. Posteriormente, el traslado del Juzgado Quinto al Segundo; ni siquiera me lo consultaron.

* Es un juzgado de casos difíciles.

La Corte había despedido al 99 por ciento del personal, había problemas de corrupción, de desorganización total y con un proceso de mucha trascendencia. De hecho, ya había colapsado; no había control de precios, ni de expedientes. Le llamaban 'el biotopo', porque volaban los quetzales.

* ¿Cómo se han solucionado esos problemas?

Se eliminaron los cubículos para que el ambiente sea abierto, a la vista del público. De los procesos relacionados con personas presas, se ha solucionado el 100 por ciento de los casos; del resto, un 70 por ciento.

* Tiene a su cargo el caso Gerardi desde el 26 de marzo de 1999. ¿Cuál fue su reacción al enterarse que debía seguir ese proceso?

Sabía que iba a encontrarme con el caso, precisamente porque había renunciado el juez [Henry] Monroy, y el cargo estaba vacante. Le pedí a Dios que me protegiera y a mis padres que me dieran todo su apoyo moral y religioso.

* ¿Es usted religiosa?

Siempre he sido católica y he confiado en Dios. Pienso que estar viva es un milagro, por todas las dificultades que una tiene en el desempeño de esta función.

* ¿Cuándo empezaron las intimidaciones?

Después de la audiencia de apertura a juicio contra los militares, en la noche del miércoles, hace poco más de una semana.

* Antes, ¿había recibido intimidaciones?

Tal vez nunca fueron identificadas como intimidaciones, sino como coincidencias. Por ejemplo, un vehículo en el mismo lugar, o una llamada, tal vez, equivocada. Ser juez en un país donde es tan reciente el cambio democrático significa estar siempre pendiente del entorno. No se desempeña la función con tanta tranquilidad. Aunque si se puede conciliar el sueño, es durante la noche, cuando se consulta con la almohada o se medita.

* El caso Gerardi la ha hecho despertarse repentinamente a media noche.

Dos veces, una a eso de las tres de la mañana, otra, a las cinco en punto. (Ríe) Entonces una se pregunta: '¿Quién me despertó?'

* Supongo que es el caso más difícil que le ha tocado seguir.

Sí, por la preparación profesional, intelectual, física y psicológica que conlleva. Hay que estar emocionalmente tranquila. Nuestra función de jueces requiere realmente sentirse bien, y a veces no es fácil.

* ¿Qué hace para lograrlo?

Suelo nadar un poco, y a veces voy al sauna; visito a alguna amiga o pienso en ir a comer tranquila a algún lugar.

* ¿Puede hacerlo ahora?

Me he limitado mucho.

* Existe falta de credibilidad en las instituciones relacionadas con la justicia. ¿A qué lo atribuye?

Creo que es consecuencia de que éstas carecían de independencia. Eso llevaba a desarrollar intereses de gobierno o de una institución determinada. Ahora, todos los involucrados, por ejemplo, el Ministerio Público, el Colegio de Abogados y el mismo Organismo Judicial, estamos obligados a desarrollar nuestra función de manera eficiente y rsponsable, hasta que cada una se fortalezca y el pueblo vea los resultados.

* El caso Gerardi tomó en determinado momento un rumbo político. ¿Cómo influyó eso en su trabajo como jueza?

El caso está basándose en las constancias procesales, en las argumentaciones, en los medios de investigación o de prueba que se presenten. Sin embargo, aunque se argumenta que el hecho fue cometido por razones políticas, ahora éstas no pueden ser un medio de presión.

* De hecho, la política no debería ser un obstáculo para esclarecer el crimen, ¿cierto?

Son factores externos. El juez debe ser objetivo. Puede tratarse de un hecho de demasiada trascendencia o demasiado interés, pero dentro del proceso, para juzgar una posibilidad de participación debe haber fundamento.

* El proceso ha sido lento. ¿Piensa que hubo falta de interés por parte de las autoridades, principalmente en la época de la campaña electoral?

De acuerdo con el procedimiento actual, las peticiones, los requerimientos vienen de los sujetos procesales. De tal cuenta, la investigación y la persecución del caso corresponde al Ministerio Público, y de éste dependía hacer determinadas solicitudes. Es decir, que las decisiones no son antojadizas o arbitrarias por parte del juez.

* Algunos de sus fallos han sido criticados, por ejemplo su solicitud de que Obdulio Chinchilla [implicado en el asesinato del obispo Gerardi] volviera a prisión. ¿Atribuye esto a las posibles envidias?

Pienso que la defensa, o cualquier otro abogado, puede tener una opinión distinta, pero el criterio judicial era el que correspondía de acuerdo a las instancias procesales. No fue una decisión arbitraria.

* El hecho de ser mujer, ¿ha hecho más difícil su trabajo?

Pienso que, para cualquier mujer, desarrollarse aquí en Guatemala y en otros países es difícil. Cuando me desempeñaba como Jueza de Paz, siempre me decían: 'secretaria, quiero hablar con el juez'. Aclaraba que yo era el juez, pero las personas esperaban que fuera un hombre. Muchas profesionales se están preparando para ser juezas. Es un reto que se debe desempeñar con doble esfuerzo, porque se sabe que hay cierta desventaja por el género.

* ¿Se disculpaban después aquellas personas?

Sí, pero por eso estoy acostumbrada a poner en la puerta el rótulo: Jueza. Para que de antemano sepan que van a encontrarse con una mujer.

* ¿Son las mujeres más severas a la hora de juzgar, o más decididas a la hora de tomar acciones?

Somos más arriesgadas; más firmes en nuestras decisiones.

* ¿Pensó alguna vez que no quería hacerse cargo del caso Gerardi?

Hace unos cuatro meses pensé, muy dentro de mí, que habría sido mejor no estar aquí cuando me dijeron que mi madre estaba muy enferma. En enero, cuando el director de la Policía Nacional Civil me ofreció seguridad personal, la acepté, precisamente por eso.

* ¿Influyó su situación en la salud de su madre?

Sí, porque mi familia siempre estuvo muy pendiente y me visitaba con frecuencia a pesar de que Huehuetenango está a seis horas de la capital.

* ¿Teme por la seguridad de su familia?

En determinado momento, durante este año, me preocupó la seguridad de mis padres, mis hermanos, de amigos cercanos y la de mi persona. Afortunadamente se ha desvanecido esa preocupación.

* En la Corte Suprema, por ejemplo, se le considera como una persona muy valiente.

Es parte de la formación en el hogar. La heredé de mi madre.

* Sin embargo, se considera la posibilidad de retirarla del caso para evitarle más riesgos. ¿Está dispuesta a seguir hasta las últimas consecuencias?

Evaluaría la situación. Lo que preocupa es el sufrimiento de los seres queridos. Pero las decisiones han sido transparentes y públicas. Por ello, que se agoten los mecanismos que la ley establece para manifestar desacuerdos de decisiones judiciales.

* ¿Imagina de dónde provienen las intimidaciones?

No se ha identificado a nadie, no hay circunstancias especiales. Realmente no sé.

* Después de este caso, ¿ha considerado la posibilidad de dedicarse a una actividad distinta?

Creo que realmente tengo vocación de jueza, pues habría sido un suplicio esta judicatura, si no la tuviera.

* ¿Se ha acostumbrado a vivir con las presiones que enfrenta en el cargo?

(Silencio) Pienso que es difícil llevarlas como una costumbre. Hay momentos en los que una ya no aguanta, sobre todo por el esfuerzo que requiere la toma de decisiones tan importantes.

* ¿Sueña con el día en que concluya el caso Gerardi?

Las situaciones parecen difíciles de enfrentar, cuando se viven; pero cuando pasan, resultan pequeñas. Hoy es este caso, mañana será otro. Para entonces espero haber tomado bastante aire.

[Fuente: Reportaje de Christa Bollamnn para Magazine 21, Diario Siglo Veintiuno, 28may00]


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