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30oct03


Discurso del presidente Alfonso Portillo en el acto de desmovilización del Estado Mayor Presidencial.


Hoy celebramos la concreción de un compromiso más de los Acuerdos de Paz, Hoyes un día de gran trascendencia histórica para el país. Hoyes un día que nos demuestra claramente que vamos por el camino correcto, que estamos en el camino de la construcción de una sociedad verdaderamente democrática.

De la construcción de un estado digno de tal nombre. De la construcción de la libertad y de la paz. Y también, en dirección de corregir y construir un ejército profesional al servicio de los grandes intereses nacionales.

Como ustedes saben, cuando tomé posesión como Presidente de la República, establecí que los Acuerdos de Paz eran compromisos de Estado y lo hice pensando en que era correcto hacer válidos acuerdos entre fuerzas políticas que habían estado en pugna durante 36 años y habían causado grandes estragos en nuestra sociedad.

Estoy consciente, hoy, que la paz no es una tarea fácil. Es muy bonito tener discursos sobre la paz. Es muy bonito señalar que no hemos hecho cosas que van encaminadas a la paz. Pero qué difícil es tomar decisiones para construir la paz.

Y hoy, el Ejército de Guatemala ha tomado una actitud más para construir la paz. No la paz del discurso. No la paz del señalamiento artero. No la paz de la crítica sin sustento.

Hoy, el Ejército da un paso más. Se disminuye 12 por ciento más de lo que contemplan los acuerdos de Paz.

Por eso, puedo decir con seguridad que hoy el Ejército de Guatemala da un paso más que muchas organizaciones civiles y políticas no han sido capaces ni valientes de dar en Guatemala.

Somos muy buenos para criticar. Somos muy buenos para señalar. Somos muy buenos para decir que todavía no nos reconciliamos en Guatemala. Y es cierto. Falta mucho por reconciliamos. La reconciliación, como la. paz, no son tarea fácil. No son tareas inmediatas.

Los guatemaltecos tenemos mucho dolor, tenemos mucha tristeza dentro. Tenemos mucha ira y mucho odio, y tenemos resentimientos y tenemos que superar esos resentimientos y esos odios si queremos reconciliamos y si queremos construir la paz firme y duradera que todos, anhelamos en Guatemala.

Hoy hablamos de paz y hablamos de tolerancia. Pero hoy, todavía, grupos políticos, grupos fácticos, grupos poderosos, se arrogan el derecho de decir que no hay justicia cuando la ley no los beneficia.

Y el cinismo de decir, que hay justicia cuando la ley está en su favor. Esa es la maravilla de los poderes fácticos, que en Guatemala siguen creyendo que este país les pertenece.

Como creyeron que les pertenecía el Ejército. Como usaron al Ejercito en contra del pueblo, en el pasado.

Y hoy no levantan la mano, Hoy tiraron la piedra y escondieron la mano. Tiraron la piedra. Y hoy nadie reconoce a estos hombres y a estas mujeres que entregaron su vida, que arriesgaron su vida. Que abandonaron a su familia, como dijo el coronel Dardón.

Hoy no. Hoy ni siquiera se les quiere dar a los militares retirados el derecho a trabajar en la política y en la sociedad civil.

¿Y eso quiénes lo han creado? ¿Quiénes han creado ese odio y esa intolerancia contra los mejores hombres y las mejores mujeres del ejército? Los sordos ideológicos. La intolerancia. El atraso. El odio y el resentimiento.

La historia tiene sus periodos hermosos. Y hoy estamos iniciando un nuevo periodo. Aunque no se reconozca, este día estamos empezando a construir un ejército moderno, un ejército no grande, un ejército bien equipado. Con gran formación y capacitación. Con gran mística. Con gran disciplina. Que no esté al servicio de los grupos de poder que tocaban cuarteles cuando los gobiernos no les convenían o cuando los gobiernos no se sometían a sus intereses.

Este Ejército, del cual me siento sumamente orgulloso y al que rindo tributo hoy, es un ejército distinto. En estos 4 años de gobierno, este Ejército, esos hombres que ven ustedes allí mojándose, esos hombres que están enfrente, no se prestaron a ser instrumento político de nadie. Aun cuando los visitaron en sus casas y en sus cuarteles. Lo sabemos y lo tenemos que escribir, porque la historia tiene que saberse. Este es el Ejército que ahora es señalado de todo. Pero al que no se le reconoce su gran aporte a la democracia. Su gran aporte a la paz. Su gran aporte a programas del gobierno, que han beneficiado a los más pobres del país.

Me siento tan orgulloso y profundamente satisfecho de decir que a este Ejército se debe que haya tenido éxito el alimento de desayuno y almuerzo en las escuelas publicas del país.

Me siento tan orgulloso de decir que a este Ejército y a hombres que ahora se retiran, que veo hoy ahí, se debe que el fertilizante haya llegado a mitad de precio a los campesinos más pobres.

Y a este Ejército se debe también que hayamos podido iniciar la construcción de bibliotecas para la paz en todas las escuelas públicas del país.

Pero es este Ejercito también el que entendió que tenía una función de la cual no podía salirse porque se la marcaba la Constitución. Este Ejército aprendió de la historia. Aprendió que está para defender la integridad del territorio. Para defender la soberanía. Para ser garante de la democracia. Entendió que no debe meterse al ejercicio del poder. Porque fue el ejercicio del poder del pasado, mediante dictaduras y mediante gobiernos de facto, lo que le hizo daño al Ejército. Le hizo mucho daño.

Pero ojalá que esa experiencia que el Ejército hoy ha aprendido tan dolorosamente, también la aprendan los empresarios de Guatemala. Que se dediquen a producir, que para eso están hechos. No para mandar presidentes. No para comprar partidos. No para querer ejercer el poder.

Que sepan distinguir la política de los negocios. Y que sepan que los políticos están para ser políticos. Y los empresarios para hacer negocios. Porque si no lo hacen, les va a pasar exactamente lo mismo, la historia se las va a cobrar y los va a poner en su lugar, a todos. Porque la historia es implacable, es inexorable.

Y esa es la maravilla. Ejército y política no tenían que haberse mezclado, pero las circunstancias históricas lo permitieron.

Pues hoy, los empresarios y la política tienen que estar distinguidos. Porque si no se distinguen, en la confusión lo vamos a pagar todos; los políticos, los empresarios y la sociedad civil.

Hoy hablamos del Acuerdo del Fortalecimiento del Poder Civil y de la Función del Ejército en una Sociedad Democrática. Pero, oigan. Hay que interpretar correctamente las palabras.

Estamos hablando del fortalecimiento del poder civil, no del fortalecimiento del poder fáctico de familias poderosas que creen que pueden humillar, que pueden calumniar, que pueden destruir al Estado. Y que pueden usar la palabra y la mentira como instrumentos políticos.

Esa es la realidad de Guatemala. Fortalecimiento del poder civil significa fortalecimiento de la organización de la sociedad; fortalecimiento de la organización de los campesinos; fortalecimiento de la organización de los obreros, de los intelectuales, de los políticos, de los vendedores ambulantes, de los vendedores del mercado. Esa es la sociedad civil. La sociedad civil no es un grupito que complota todos los días en sus oficinas de cristal para desestabilizar al Estado y seguir haciendo valer sus privilegios por encima de la sociedad.

Sociedad civil no es la que confunde, o el grupo que confunde la política de Estado con la política de sus intereses. Y aquí vamos a estar con este Ejército, con estos hombres, defendiendo la democracia. Porque la democracia no puede ser un escenario propicio para que los intereses de grupitos se impongan sobre la sociedad y nos den la apariencia de democracia.

Esa es también la transparencia que necesitamos. Esas son las CICIACS, esa comisión para estudiar grupos paralelos que este gobierno se atrevió con valentía a instrumentar. Pero esa CICIACS tiene que ir a fondo, no sólo tiene que ir al ejército, no sólo tiene que ir a los grupos aparentemente paralelos. Tiene que ir también a los grupos privados que tienen grupos paralelos, que controlan juzgados, que controlan SAT, que controlan ministros, que controlan al Estado. Ese es el gran papel histórico de la CICIACS. Que tiene que desnudar esta sociedad para quitar máscaras para que hablemos de hombre a hombre y de mujer a mujer. Que hablemos de ciudadano a ciudadano. Y que ningún ciudadano se sienta temeroso ni de su propiedad ni de su vida, ni de su pensamiento, ni del futuro de sus hijos.

Este acto es de trascendencia histórica. Como aficionado a la historia que soy, sé que no seremos comprendidos hoy. Y sé lo que van a decir mañana. Ya los conozco de memoria. No importa.

A estos oficiales les digo: La historia se los va a reconocer. La historia va a valorar en su exacta dimensión este acto, que es el acto más importante de los que he realizado como Presidente.

Dijo, el coronel Dardón, una gran verdad, entre todas las verdades que dijo: "Nos sacrificamos hoy para que viva nuestra institución. Nos vamos hoy para que en el futuro se construya un Ejército quizás más pequeño, pero más moderno, más al servicio de la democracia, más profesional, más tecnificado, más orgulloso y más identificado con los intereses nacionales".

Ese es el Ejército que queremos, no un ejército que le haga el saludo, antes que a la bandera, al patrón que tira los costales de millones. Esos son los oficiales que queremos, de los cuales se están formando en la Escuela Politécnica, y de los cuales se siguen formando en el Ejército de Guatemala.

Sé en la historia lo que le ha pasado a tantos hombres que han servido al Estado. Los tiran como un trapo mojado que no sirve ni para limpiar una mesa. Este Estado no, este Estado les ha reconocido a ustedes su trabajo, su amor a la patria, su sacrificio, su disciplina, su mística.

En el pasado; cuando los funcionarios no servían, les mandaban la orden de suicidarse, como sucedió con tantos filósofos y tantos asesores en Grecia y en Roma. Hoy, no. Hoy, el Estado tiene que reconocer a cada hombre y a cada mujer, por muy humilde que sea, no importa el puesto que haya desempeñado, así sea una tortillera que trabajó en el Estado Mayor Presidencial, así sea un general. Los dos son iguales; son iguales ante Dios, ante la Ley, ante el Estado, y a los dos tenemos que reconocerles como seres humanos, sin ninguna distinción.

Por eso, por eso tomamos la decisión de indemnizar a las ex PAC. Hoy todo el mundo dice que va a pagar, pero cuando decidimos pagar, todo el mundo me criticó, y hoy hemos pagado a 455 mil ex patrulleros que arriesgaron su vida, que arriesgaron su propiedad y su familia, y que hoy este Gobierno les reconoce su trabajo, su sacrificio y su amor a la patria, y nos sentimos realmente orgullosos.

Antes, quién por ellos; hoy, todos por ellos. Pero la decisión la tuvimos que tomar nosotros, con un gran costo político. Pero no importa, porque si algo he aprendido en la Presidencia de la República es que las decisiones no están para que se aplaudan, las decisiones están, se deben tomar, porque son las correctas, y las que deben ser tomadas en un país.

No necesitamos aplausos ni reconocimientos. La política tiene un costo, como lo tiene todo en la vida, y en la política es más de costos que de aplausos y por nos sentimos orgullosos de haber reconocido a los ex patrulleros, a las viudas de los ex patrulleros, que defendieron la patria. Yo no los analizo ideológicamente, porque no pueden ser analizados ideológicamente quienes combatieron en una guerra que era causa de la desigualdad, de la pobreza, de la exclusión, de la marginación.

Y hoy lamento que todavía esa discriminación, esa desigualdad, esa explotación, esos salarios de hambre -que siguen vigentes en Guatemala, a pesar de los aumentos-, sean la causa del enfrentamiento. Y ojalá que pongamos todos nuestro gran esfuerzo para resolver y disminuir esa pobreza, porque si no, va a tener poca vida esta paz precaria, débil, con una democracia también endeble, porque no hemos resuelto las causas que dieron motivo al enfrentamiento armado, durante más de 36 años.

El Estado Mayor Presidencial desaparece el 31 de octubre. Quiero decir que ha sido una de las grandes satisfacciones como hombre y como Presidente, haber trabajado a la par de hombres y mujeres que no tuvieron un sólo señalamiento.

Los señalamientos que tuvieron eran inventos de periodistas frustrados y no tengo un sólo señalamiento de haberse inmiscuido este Estado Mayor Presidencial en cuestiones de carácter [...], ni en cuestiones de persecución, ni en intervención telefónica.

A este Presidente le van a tener que reconocer que no intervino el teléfono de nadie, pero los demás sí intervinieron el teléfono del Presidente. Esa es la democracia en Guatemala, hoy, porque tienen poder igual que el Estado, desde fuera del Estado.

Y en este Estado Mayor Presidencial, integrado por 700 hombres y mujeres, reconozco en lo profundo de mi corazón, el trabajo que hicieron, la entrega, el amor con que hicieron las cosas. Esos oficiales que trabajaron día y noche, que no escatimaron ningún esfuerzo, ni ninguna hora ni ningún dra y ese Estado Mayor Presidencial es un orgullo que queda en la historia del Ejercito de Guatemala y en la, historia de Guatemala misma.

En lo personal, agradezco a Dios el haber trabajado con estos hombres y estas mujeres que, además, quedan como mis amigos y amigas para toda la vida. Para mi son un orgullo en lo personal, pero sepan bien que para la patria son un orgullo nacional.

Los oficiales que hoy se retiran, seguirán siendo útiles a la patria. El hecho de que no estén en una fuerza armada no les impide poner al servicio de la patria su conocimiento y su experiencia. Recuerdo yo, que soy tan aficionado al cine, la película de los francotiradores rusos y alemanes, "Enemigo al Acecho", en donde un soldado le dice a la telefonista y a la radista: "Tú eres como el burro, porque tú sirves en la guerra y sirves en la paz; tú sirves en la guerra como en la paz, porque en los dos sabes que tienes que formar gente que sepa de radio, puedes enseñar los idiomas que tú sabes; en cambio, yo, un francotirador, soy como el lobo: sólo sirvo para la guerra, en la paz me voy a morir".

Esto no se repite en Guatemala, porque estos hombres no son lobos, estos hombres son hombres formados con integridad, con disciplina, con amor a la patria, con principios y valores morales que yo los he comprobado; no me los han contado.

Y por eso este acto para mí, adquiría gran importancia. Quería estar aquí, estoy aquí y voy a estar aquí con ustedes siempre, al servicio de la patria, al servicio de una institución que es un gran orgullo. Estos hombres y mujeres han servido a la patria, no se han servido de ella. Estos hombres y mujeres preguntaron a la patria ¿qué puedo hacer por ti, Guatemala?; no preguntaron nunca ¿qué puedes hacer por mi, Guatemala?

Ese es el reconocimiento y el tributo más grande que les da este Comandante General del Ejército, que se siente a 70 días de dejar de ser Presidente, satisfecho, con el deber cumplido igual que ustedes y con la satisfacción de que vamos en el camino correcto, que hemos avanzado, quizá no como quisiéramos, pero hemos avanzado. Algunos quisieran que corriéramos, sobre todo la comunidad internacional. Ellos nunca corrieron y tuvieron más conflictos que nosotros, y se mataron más que entre nosotros, y tuvieron, más guerras más duras que nosotros.

Que no nos hagan correr porque nos podemos tropezar. La historia tiene su ritmo, es un proceso inexorable. A veces se acelera, a veces se estanca. Pero vamos en el camino correcto.

Que Dios bendiga al Ejército de Guatemala. Que Dios bendiga a estos hombres, que se incorporan a , la sociedad civil, y que Dios bendiga a Guatemala.

[Fuente: Diario de Centro América, Guatemala, 30oct03]

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Este documento ha sido publicado el 31oct03 por el Equipo Nizkor y Derechos Human Rights