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12feb18


La caza de brujas de Pablo Iglesias en Podemos tras Vistalegre II: despide a un tercio de los trabajadores


"Hay un mandato unánime para este Consejo Ciudadano, hay un mandato unánime para este secretario general: unidad y humildad". Con estas palabras hace justo un año que Pablo Iglesiasasumió su segunda etapa como secretario general de Podemos, tras su clara victoria en la batalla fratricida contra Íñigo Errejón en el llamado congreso de Vistalegre II. Sin embargo, la promesa de sus palabras y los ecos de los gritos de los miles de asistentes exigiendo "unidad, unidad", se perdieron entre las paredes del recinto madrileño.

El pablismo ha desatado a lo largo de los siguientes meses una caza de brujas contra todo simpatizante errejonista en las estructuras "estatales" del partido. Y la cacería ha culminado con el despido de un tercio de la plantilla, la purga -y sustitución- de un 65% de los responsables de áreas y el exilio forzoso de una veintena de estrechos colaboradores de Errejón, incluido él mismo, a la política autonómica de Madrid.

Así, si Vistalegre II supuso un volantazo político hacia la izquierda en el discurso de Podemos, que cambió el partido hacia afuera haciéndole perder su esencia transversal, también implicó una transformación radical de la organización por dentro: despidos y nuevas contrataciones, purgas y nuevos repartos de área, eliminación de carteras y creación de otras sin poderes.

Los cambios después de un congreso forman parte del paisaje habitual de todos los partidos políticos. Sin excepción. Pero suelen saldarse con recolocaciones y la continuidad del personal. En cambio, Iglesias ha querido aplicar el rodillo para dar una lección rotunda a Errejón y los suyos de cara al futuro.

Ha despedido a más de una treintena de trabajadores de una plantilla que rondaba el centenar en su sede nacional de la calle Princesa. Cortando de raíz los apoyos o las simpatías internas por Errejón y echando de una manera dudosamente legal -sin hacer un ERE- a trabajadores en muchos departamentos que nada tienen que ver con la acción política.

Entre la treintena de despidos ha habido personal de las áreas de Diseño, Participación, Seguridad, Prensa, Recursos Humanos, Producción y Logística o Redes Sociales. Y, por supuesto, una parte importante de la otrora poderosa Secretaría Política, símbolo del errejonismo y hoy borrada del mapa.

El escarmiento propiciado por Iglesias tuvo hasta una dolorosa puesta en escena en varias reuniones donde representantes de una y otra familia negociaron con tintes dramáticos el número final de despedidos. Sólo se salvaron 18 de los que estaban en nómina del partido.

No ha sido una cuestión relacionada con el rendimiento laboral ni tampoco fue una cuestión económica. Podemos había cerrado 2017, apenas unos meses antes, con un récord de ingresos: 12 millones de euros limpios. Un beneficio del 412% en sus cuentas respecto al año anterior gracias al dinero público recibido por estar en las instituciones. Parte de ese dinero se ha gastado en despedir trabajadores que defendieron una línea política distinta a Iglesias.

En sus cuentas publicadas en la web se puede apreciar el salto en el apartado de "nóminas de personal". Del gasto de 225.713 euros en marzo se pasó a 165.446 en abril. Una vez hecha la limpieza, se contrató de nuevo, recuperando en mayo un gasto en nóminas de 204.564 euros. Lo que evidencia la sustitución de personal por causas políticas.

La gran obsesión en este tiempo ha sido borrar del mapa todo poder orgánico del errejonismo en Podemos. Empezando por el ex número dos, al que sustituyó de portavoz en el Congreso y le cambió la cartera por la Secretaría de Análisis Estratégico y Cambio Político, de nombre rimbombante pero exigua de poder.

Eso, que fue muy mediático, fue acompañado de una limpieza en las tareas intermedias, que desde los años de construcción e implantación del partido llevaron a los errejonistas a encabezar las tareas en 13 de las 20 áreas de la organización (un 65%) y tres de los cuatro equipos técnicos más amplios.

Esto último es historia. Iglesias fulminó cualquier continuidad de aquellos cargos políticos y dio esa función a sus más fieles. Sólo uno de los 13 responsables de área se mantiene intacto: Pablo Bustinduy, en la especializada función de Exteriores. Todos los demás han sido purgados o degradados. Y sólo el área LGTBI fue a parar a manos de otro errejonista. Así, de las 20 áreas con rango oficial, Iglesias controla 17, los errejonistas dos y anticapitalistas una. A lo que hay que sumar, además, el control del pablismo de los 12 "equipos". Datos que constatan que la "unidad" es más retórica que real. La proporcionalidad de los resultados del congreso (Iglesias 50,7%, Errejón 33,6% y Anticapitalistas 13,1%) no está reflejada en las estructuras.

Así, un año después de Vistalegre II, el errejonismo sobrevive al margen, sin poder y exiliado en Madrid. Que ya es algo mejor que el castigo al que se está sometiendo Iglesias a Carolina Bescansa por discrepar.

Un año en decadencia

Caída

La ruptura del tándem entre Iglesias y Errejón (con el líder de Podemos defenestrando a su ex número dos) y el giro radical en su acción política lleva castigándose por los españoles desde el primer CIS post Vistalegre II. Hasta dos puntos de intención de voto se dejó Podemos entre enero de 2017 y abril. Una pérdida que hoy está consolidada según el instituto.

'Tramabús'

Es para algunos el hito que mejor representa la deriva discursiva de Podemos y una etapa marcada por la frivolidad y la pérdida de influencia. Cuando antes era el acto político que marcaba los temas en la agenda.

Una moción en contra... del PSOE

La moción de censura contra Mariano Rajoy se vio por muchos socialistas como una maniobra para condicionar las primarias del PSOE y colarse en su elección del secretario general. Rajoy salió indemne.

Cataluña

Además de la purga de una parte sustancial de Podemos, el discurso de Iglesias con Cataluña es la segunda gran causa que explica la actual crisis. La ambigüedad y complicidad del líder Podemos con el independentismo en su intento de secesión generó un fuerte desconcierto entre sus votantes. "Hablamos sólo a los independentistas", lamentó Bescansa. Y encima el electoral catalán le castigó después en las urnas.

[Fuente: Por Álvaro Carvajal, El Mundo, Madrid, 12feb18]

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