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18dic22


La izquierda jacobina que no pactaría con Bildu se presentará a las europeas


Durante las últimas semanas ha quedado galvanizado el pacto real entre las izquierdas españolas (PSOE y Podemos) y los nacionalismos periféricos. La entrega es absoluta. Tras los indultos de Sánchez, el abaratamiento de la malversación y la sedición, mientras se consuma el ataque al poder judicial, esto último con la inestimable y filibustera ayuda del Partido Popular. Se diría que una persona de izquierdas y desfavorable a los pactos con el separatismo se ha quedado sin opciones políticas en España, de modo que los miembros del think tank El Jacobino han anunciado, en un acto este sábado, que definitivamente se convertirán en un partido político. Hablamos con el abogado Guillermo del Valle, promotor de El Jacobino, sobre esta propuesta que abre un nuevo frente en las guerras culturales de la política española.

PREGUNTA. ¿El Jacobino se presentará a las elecciones?

RESPUESTA. Queremos hacerlo. Todas las opciones de izquierdas, en un grado u otro, le bailan el agua a los nacionalistas y asumen una visión descentralizadora de España. Nosotros no estamos de acuerdo y queremos plantear otra opción, con una papeleta: una opción de izquierda jacobina que no entiende España como una esencia, al estilo de la derecha, ni como una reliquia franquistoide, al estilo de la izquierda, sino como una muy buena forma de organización de ciudadanos iguales.

P. ¿Alguna fecha en mente para presentaros?

R. Ante el ciclo electoral que se aproxima, pienso que las elecciones europeas son las más idóneas.

P. ¿Cuál es vuestra posición en las típicas coordenadas de las ideología?

R. Nosotros nos oponemos al fundamentalismo de mercado, a la desregulación insaciable y los enfoques precarizantes de las reformas laborales: somos de izquierdas en lo material. Y al mismo tiempo, nos alejamos por completo de todo ese identitarismo pegajoso que se ha convertido casi en consustancial de nuestras izquierdas, de esos enfoques irracionales, sentimentales, que la alejan de los principios de la Ilustración.

P. Las últimas semanas en España están siendo, por decirlo suavemente, muy poco jacobinas…

R. Lo del PSOE y Podemos con sus socios es triste, e irritante, y grave. Tú no puedes cambiar el Código Penal para ponerlo al servicio de unos delincuentes y decir que eso es un proyecto de emancipación, y que si lo criticas le haces el juego la derecha. Se me ocurren pocas cosas menos progresistas que retorcer la ley al servicio de unos tíos que han utilizado un dinero público que no llevaban a los hospitales de Cataluña, por ejemplo, para levantar una frontera con pretextos étnicos entre trabajadores.

P. Hay una especie de maldición en España, donde parece que no se puede defender el centralismo si no es desde la derecha.

R: Esto lo explicaba bien Juan Francisco Martín Seco. En la Transición se gritaba "libertad, amnistía, Estatuto de Autonomía". Las dos primeras partes, la libertad y la amnistía, eran condiciones de posibilidad de la democracia. En cambio, el Estatuto de Autonomía, era una opción. España podía ser un Estado centralista, como Francia, o federal, como Alemania, sin que una opción u otra hiciera a nuestro país menos democrático. Pero añadiendo esa tercera pata al eslogan, se hizo pasar el autonomismo como condición necesaria para dejar atrás la dictadura. Y así fue como nos olvidamos de la igualdad.

P. ¿Entiendes la igualdad territorial como condición necesaria para la igualdad social?

R. La igualdad territorial, la igualdad social y la económica son la misma cosa. De una se sigue la otra. Nosotros defendemos una España integral, que es como la definía la Constitución de la Segunda República, aprendiendo de la lección de la Primera, que se va al carajo por el cantonalismo.

P. ¿Por qué la recentralización se interpreta casi siempre como una idea "de derechas" en España?

R: Primero habría que preguntarse por qué se entiende a los nacionalistas, que han colocado la cultura donde ayer estaba la raza, son aliados del progresismo. Tienen fundamentos reaccionarios, tanto por lo étnico como en lo práctico. La idea de la fragmentación en taifas desarma a los ciudadanos de un escudo para enfrentarse a los excesos del capitalismo globalizado. Romper una comunidad política en un contexto tan especulativo es cargarse lo más público que hay. Una mala cosa para los más débiles.

P. De modo que la recentralización, en el caso de España, ¿sería fortalecer a los débiles ante los vendavales financieros?

R. La recentralización por sí misma no, pero sí en los términos de la socialdemocracia clásica. Es decir, ¿por qué no? No hablamos de la revolución bolchevique, sino de participación del Estado en sectores estratégicos. Esto lo planteaba el PSOE en los años 78, 79, 80, y la UCD, que no era precisamente marxista. Lo que pasa es que se ha desplazado tanto el eje de la economía hacia el neoliberalismo que cualquier apelación al bien común, en la economía, ya suena como a bandera roja. Nosotros creemos que hay espacio para la izquierda frente al fundamentalismo de mercado y frente al particularismo identitario que han abrazado nuestras izquierdas hegemónicas.

P. Es decir: planteáis la unidad de España y la recentralización apelando a la economía, y no a las esencias de la patria y esas cosas.

R. Exacto. Me dan igual las esencias españolas, pero me importa la comunidad política de iguales, de ciudadanos, que se llama España, porque es la condición de posibilidad para la seguridad social, la redistribución y las verdaderas posibilidades de emancipación de los más débiles.

P. Sin embargo, ¿sumar otra sigla a la fragmentada izquierda no es, en sí mismo, contraproducente para los intereses electorales de todos vosotros?

R: Partimos de la base de que no existe una izquierda en España que no esté sometida a los intereses disolventes de los nacionalistas, bien por afinidad con la idea de autodeterminación, en el caso de Podemos, o por prostitución parlamentaria en el caso del PSOE. ¿Que hay fragmentación? Desde luego. ¿Que disminuyen eso las posibilidades de éxito del bloque? Sin duda. Pero habría que preguntarse si el bloque de las izquierdas con los independentistas es aceptable para un proyecto de igualdad en España.

P. Le queréis disputar a la izquierda la posición respecto a los nacionalismos periféricos, pero de rebote, a la derecha, la patrimonialización de la idea de España.

R. Sí, es una doble batalla. Nosotros no estamos interesados en la identidad cultural española, todas las naciones políticas democráticas son culturalmente plurales y diversas. Nosotros pensamos que las leyes tienen que garantizar un espacio de convivencia laico en el que cada uno desarrolle su identidad, su opción cultural, pero que eso no sea filtro de derechos de ciudadanía. Tampoco estamos descubriendo ningún Mediterráneo. La izquierda siempre ha sido universalista, buscaba una emancipación colectiva más allá de la identidad. Una izquierda que ha renunciado al universalismo, que es identitaria, que no busca igualar la carrera al inicio de nuestras vidas, sino diseñar una carrera a medida de cada cual, es una izquierda fallida.

P. Sin embargo, supongo que también tenéis puntos de contacto.

R. Claro, y podemos unir puntualmente. No somos sectarios. La subida del salario mínimo interprofesional es algo en lo que me voy a unir; la manifestación contra la externalización de la sanidad pública de Madrid, pues ahí también hemos estado y vamos a estar. Luego, hay cosas en las que no necesitamos unirnos, porque nos parecen mediocres. La reforma laboral de Yolanda Díaz, por ejemplo. El Jacobino es más radical y plantea que hay que recuperar la negociación colectiva, que hay que derogar el abaratamiento del despido, que hay que recuperar los años de tramitación.

P. Otra cuestión en la que os distanciáis es, si no me equivoco, el tema del Islam.

R. No solo el Islam, donde es evidente el fracaso multicultural por la creación de guetos, sino la religión. Yo no oigo a la izquierda hablar de laicismo. Pero yo no sé que tiene de emancipador meter el Islam en los carteles. ERC quiere meter esa religión en la escuela pública, cuando lo que hay que hacer es defender una escuela laica, y cada cual que vaya a adoctrinarse a su templo. Tampoco nos gustan los dobles raseros con la libertad de expresión, que parece que vale para satirizar o blasfemar contra la religión católica, pero no contra las otras. De nuevo: ¡estamos con los valores de la Ilustración! Razón, razón y razón.

P. La cosa es que la razón, como el centralismo, hoy se percibe como cosa facha.

R: Es cierto, y da un poco de pudor. Mi participación en Genplayz fue poco paradigmática, con aquel debate bochornoso, pero no bochornoso para mí, sino bochornoso para el público en general. Allí se me dijo abiertamente que la razón es una cosa carca y que lo único que importa son las experiencias personales de opresión, que yo como hombre blanco heterosexual simplemente no debería participar en un debate sobre la opresión racial o sexual. Si eso es una referencia para los jóvenes de izquierdas, pues apaga y vámonos.

P. Hoy se legisla desde esa perspectiva sentimental e irracional, ¿no crees?

R. Sí, este ambiente tiene traslación en las leyes. Pero las leyes no hay que sentirlas. Las leyes no tienen que ser inclusivas con los sentimientos. Los sentimientos son muy respetables, pero si interfieren con la legislación conducen a verdaderas barbaridades. El racismo, la xenofobia también está basada en los sentimientos. Con el sentimiento se justifica la segregación racial, o la pena de muerte.

P. Es curioso que argumentos como ese sean tachados de racistas por los wokizados.

R. Pero si los antirracistas somos nosotros, que decimos que la raza debe ser un asunto anecdótico, irrelevante. La posición verdaderamente antirracista es el antiidentitarismo jacobino, es el universalismo. No existen "las cosas de los negros" en España, señora mía, decidir cuáles son "las cosas de los negros" me suena al Ku Klux Klan. Es decir, usted es una igual mía. Yo no veo una persona diferente en una conciudadana española negra, lesbiana o lo que sea. Y no quiero un gueto que la segregue. Yo quiero inclusión a través de leyes políticas radicalmente igualitarias.

P: Un ejemplo muy claro de cómo el término "igualdad" ya se ha desnaturalizado en el espectro de la izquierda es ese engendro llamado "Ministerio de Igualdad".

R: Ya sólo por la cuestión de que hay un Ministerio de Igualdad hemos dado por hecho que tiene que ser simplemente la igualdad entre sexos, cuando la desigualdad económica y territorial son problemas centrales en nuestro país. Parece que la igualdad en este país solo se circunscribe a este aspecto y, sin negar que haya discriminación de la mujer, un problema real y grave, la desigualdad socioeconómica flagrante afecta a la clase trabajadora en su conjunto. Las kellys (las que limpian hoteles) ¿sufren en tanto que mujeres, o en tanto que trabajadoras precarias? ¿Y es muy diferente a un trabajador precario masculino en un sector igualmente precarizado? De esa distinción, obviamente, no se habla desde el Ministerio de Igualdad. Gestionado, por cierto, por un partido que ha asumido estereotipos de género misóginos y que asume la desigualdad territorial como el sancta sanctorum, siendo cooperadores necesarios y autores de graves desigualdades.

P. Y llegando a enfrentarse a la judicatura…

R. Es que no se puede legislar considerando que el Estado de Derecho es fascista, que la presunción de inocencia es fascista, que un Código Penal del año 95, el Código Belloc, también es fascista. Incluso dicen que nuestros juzgados de violencia sobre la mujer, pioneros en formación en este campo, son machistas. Si todo es fascismo y machismo, nada lo es, obviamente. ¿Y para qué hizo una ley como la del "sí es sí", si la tenían que aplicar esos jueces tan misóginos? ¿Cuándo empezaron a serlo, cuándo supo Montero que lo eran? ¿De verdad les entregó ese arma? Es ridículo. Lo que pasa es que no saben hacer una ley y son menos capaces de aceptar sus meteduras de pata. Pero claro, como no estamos en una política racional, sino sentimental, todo se desborda de esta forma. Es un ministerio del disparate. Y si entramos en la cosa queer, peor todavía. En El Jacobino hay feministas como Paula Fraga que lo denuncian abiertamente.

P. También tenéis feministas de origen musulmán, otro tabú.

R. De aquellas mujeres de origen musulmán que son ciudadanas españolas, y viven con frecuencia en guetos, sometidas a un patriarcado atroz, ¿quién las defiende? Son españolas. Esto no es como lo que cuenta Vox, la españolidad no es una cuestión religiosa ni del espíritu, ni de la etnia, ni de la tribu, es una cuestión política. Entonces, hay muchas mujeres musulmanas que están sufriendo una opresión brutal en España ante la dejación de funciones de este ministerio y de todo el gobierno y de los poderes públicos. Habrá que preguntarles.

P: ¿Por qué dirías que muchos pobres en España votan a la derecha?

R. Bueno, es la pregunta del millón. Para empezar, la conciencia de clase está hoy en una distorsión, la famosa clase media aspiracional. Habría que ver quién tiene conciencia de ser pobre, porque esta palabra tan descriptiva, tan cierta, "pobre", ha desaparecido en buena medida del discurso público. No está bien visto por parte de los partidos de izquierdas hablar de pobres, incluso cuando se habla de clase trabajadora. Se matiza, se diluye en "clase media trabajadora", se hacen constructos extraños, difusos. Al menos salió lo del precariado, que es la forma aceptable, aunque diluye la cuestión central de la clase.

P. Te diría que, además de eso, está el tema de los impuestos. Todo el mundo siente que paga demasiados, incluidas las rentas bajas, pese a ser quienes más se benefician luego del Estado del bienestar. Creo que mucha gente percibe que, sin embargo, los impuestos se van en chorradas.

R: Fíjate, hay parte de razón en el planteamiento de la falta de eficiencia en el gasto público, esto vuelve a tener que ver con la estructura del Estado. España tiene más descentralización fiscal, por ejemplo, que los estados federales: esto lo aprovecha la derecha para la voraz competencia fiscal a la baja. Y sí, el neoliberalismo habla mucho de la grasa del Estado, que sobra Estado, pero, al mismo tiempo, ese fundamentalismo de mercado oculta la falta del músculo del Estado y la falta de inversión pública en políticas esenciales. Son las políticas neoliberales, como la despatrimonialización del Estado en sectores estratégicos, la privatización de empresas públicas eficientes como Endesa, Repsol o Telefónica, las que dejaron al Estado sin músculo. Hay un espacio de la razón que la izquierda jacobina asume, ser capaces de conjugar una ambiciosa redistribución de la riqueza con la crítica de las duplicidades autonómicas y el mal gasto público. Hay que gastar con criterio, gastar bien. Ahora bien, yo creo que eso exige revisar territorialmente el Estado. Indudablemente. Recuperar un Estado socialmente orientado y fuerte es perfectamente coherente y compatible con revertir las dinámicas centrífugas del Estado.

[Fuente: Por Juan Soto Ivars, El Confidencial, Madrid, 18dic22]

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