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29jun18


El AVE es para (países) ricos


El rapapolvo que el Tribunal de Cuentas europeo ha propinado a los Gobiernos españoles por el coste y el despilfarro de la alta velocidad no debería sorprendernos. Varios estudios privados de distintas universidades publicados en los últimos años habían concluido lo mismo: el AVE es «caro, es político y están por ver sus beneficios sociales», porque, aunque es cierto que puede vertebrar el país al principio y al final de una línea, deja desabastecidos de comunicación ferroviaria los puntos intermedios, que en el caso español suelen ser regiones menos desarrolladas y poco pobladas.

El AVE es para ricos. Para países ricos, me refiero y no sé si España está de lleno en esa categoría. En Estados Unidos, por ejemplo, todavía se está licitando su primera línea de alta velocidad, que unirá San Francisco con Los Ángeles. Este proyecto, pretendido por el Estado de California, ha encontrado muchos impedimentos en Washington porque se consideraba demasiado caro y desde allí no se veía el retorno que podía tener esa inversión de más de 60.000 millones de dólares. Los congresistas consideraban que el posible tráfico de pasajeros entre las dos ciudades no lo justificaba. Si tenemos en cuenta que en el área metropolitana de Los Ángeles viven unos 18 millones de personas y en la Bahía de San Francisco unos 7,2 millones, ¿cómo creen que habrían reaccionado los políticos estadounidenses ante un AVE para conectar a Madrid con Sevilla, cuando estas dos ciudades juntas quedan muy por debajo en población de San Francisco? En España hay estaciones del AVE muy bien acondicionadas por las que no transitan ni 100 pasajeros al día.

En 2015, los catedráticos de la Universidad de Barcelona Daniel Albalate y Germà Bel publicaron un estudio comparado sobre la alta velocidad internacional en el que concluían que el caso español «es especialmente extremo puesto que ha dado lugar a la red más extensa del mundo en términos relativos con los niveles de demanda más bajos entre los países en los que se ha implantado»: la línea Tokio-Osaka, por ejemplo, transporta 130 millones de pasajeros al año; entre Madrid y Barcelona no se mueven ni cuatro millones.

Otro informe publicado por Fedea y elaborado por Ofelia Betancor, de la Universidad de Las Palmas, y Gerard Llobet, del Cemfi mostraba conclusiones similares. En términos financieros, dicen, la línea que transporta más viajeros, Madrid-Barcelona, sólo recuperará a largo plazo el 46% de los costes de la inversión. En la línea Madrid-Andalucía, esa cifra desciende hasta el 11%. Muy llamativo su análisis de la línea Madrid-Norte de España que se está construyendo, «cuyos ingresos de explotación son insuficientes para cubrir los costes variables, una situación extremadamente delicada porque se pierde toda la inversión realizada y además resulta necesaria una inyección constante de dinero público para mantenerla abierta».

Que sea una ruina financiera no quiere decir que ahora que está construido dejemos de usar el AVE. La alta velocidad ferroviaria, con los costes actuales, es para países muy muy ricos y como tal hay que pagarla. Quizá compense hacer nuestro el eslogan de ese fabricante de electródomésticos: «Cada AVE lleva un poquito de usted», porque lo está pagando, aunque no pueda disfrutarlo.

[Fuente: Por Vicente Lozano, El Mundo, Madrid, 29jun18]

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