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29may05


"Arte en Auschwitz", la muestra más dramática de la historia.


Son 140 pinturas y dibujos realizados entre 1940 y 1945 por los prisioneros del campo de concentración. Muchos eran estudiantes de arte que fueron, por su talento, explotados por los nazis. El comandante del campo de exterminio de Auschwitz, Rudolf Höb, permitió en 1941 la apertura de un museo en ese mismo lugar.

Höb hizo exponer objetos robados a los prisioneros del campo, pero también autorizó a varios artistas polacos a trabajar en un atelier y realizar obras por encargo de los jerarcas de la tropa de élite hitleriana SS.

Con este permiso oficial o a escondidas, arriesgando la vida, en Auschwitz se produjeron entre 1940 y 1945 miles de obras de arte, de las cuales se conservan 1.500, guardadas en el Museo del antiguo campo en Polonia. Desde esta semana, además, en el Centrum Judaicum de Berlín se presentan 140 retratos, paisajes, caricaturas y naturalezas muertas en la primera muestra exclusivamente de arte que se realiza sobre Auschwitz en Alemania.

"A mi padre los SS le ordenaron hacer retratos de ellos y de su familia, pintarlos con niños y con perros, y gracias a eso pudo sobrevivir", relató a Clarín Miriam Friedman Morris, hija del artista David Friedman, al inaugurarse la muestra en Berlín.

Son muy distintas las aproximaciones al arte desde una realidad tan terrible como la de Auschwitz, donde fueron asesinadas entre un millón y un millón y medio de personas, en su gran mayoría judíos. En su autorretrato en lápiz, Marian Ruzamski se muestra triste pero bien peinado y con un rostro redondo, bien alimentado. En otros retratos, el uniforme a rayas de prisionero o la estrella de David amarilla es la única referencia a la realidad.

"Tanto para los artistas como para los retratados estas obras eran una prueba elemental de vida", declaró el curador de la muestra, Jürgen Kaumkötter. En muchos casos, además, fue lo único que quedó de ellos. El propio Marian Ruzamski, deportado a Bergen-Belsen, se llevó sus obras escondidas debajo de la ropa de prisionero. Una vez allí, sabiendo que iba a ser asesinado (había sido entregado por vecinos alemanes que lo acusaron de "judío homosexual"), entregó las pinturas a un médico del campo de concentración y así las salvó.

Ya en junio de 1940 llegaron a Auschwitz los primeros polacos, en su mayoría presos políticos, intelectuales y artistas, y también estudiantes (por ejemplo, de la Academia de Bellas Artes de Varsovia) vinculados a la resistencia. Muchos de ellos fueron sometidos a trabajos forzados, pero los SS aprovecharon también su talento para fines propios.

El tristemente célebre Josef Mengele ordenó a algunos pintores que documentaran con retratos la evolución de ciertas enfermedades en los "pacientes de rastros gitanos" sometidos a sus experimentos. Rudolf Höb, por su parte, pidió que pintaran la ampliación de las obras en el campo, como puede verse en un óleo de Wladislaw Siwek. Algunos artistas debían encargarse también de la propaganda interna, como demuestra la pintura "Un piojo, tu muerte", de Mieczyslaw Koscielniack, que con terrible ironía habla de las campañas de desinfección en el campo.

Otras obras representan en cambio el "arte como vía de escape" (la tercera sección de la muestra), con naturalezas muertas, paisajes idílicos o motivos marítimos, esto último en la destacada producción de Antoni Suchanek, quien pinta una fragata luchando contra un mar furioso, metáfora de la supervivencia.

Las acuarelas de Waldemar Nowakowski —en cuatro años de prisión pintó 400 obras pequeñas— muestran en cambio el día a día en el campo de concentración. "A la derecha, a la izquierda", se titula una obra sobre la selección de prisioneros. A la derecha: trabajar en condiciones de extrema esclavitud; a la izquierda: las cámaras de gas.

Nowakowski hace caricaturas de los nazis y recurre a la ironía polaca para hablar de "El regreso de los (prisioneros de guerra) rusos del trabajo", pintando una carretilla desbordada de cadáveres. También titula "Almuerzo" una acuarela en la que se ve una cola interminable de hambrientos esperando por un tazón de caldo. En otros cuadros el motivo son mujeres y niños llorando y en el fondo el humo de las chimeneas de los crematorios.

En una Berlín nueva que en muchas esquinas recuerda que fue el centro de poder de los nazis, el arte en Auschwitz tiene el mismo efecto aplastante. Conmueven, por ejemplo, las cartas ilustradas en papel preimpreso con el reglamento nazi para la correspondencia. Con un dibujo ingenuo de flores o doncellas y una frase simple como "te quiero mucho", los prisioneros mantenían correspondencia con sus familiares bajo el estricto control del censor de Auschwitz, presente con el sello de "controlado".

[Fuente: Por Araceli Viceconte, Berlin, Diario Clarin, Bs As, 29may05]

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