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DERECHOS


Derechos Humanos en el Ecuador

por conferencia de Nelsa Curbelo, ex responsable internacional del Serpaj


Tuve muchos problemas cuando pensé en el tema de esta mesa redonda: "Derechos Humanos en el Ecuador.

¿En el Ecuador? ¿De que país estamos hablando? ¿Es uno o varios? ¿Tiene presente? ¿Tiene futuro?

Viajando por las carreteras ecuatorianas, en la época de fin de año, hemos contemplado atónitos, miles de personas mendigando. Sobre todo mujeres y niños.

Ahora la larga fila ha disminuido, pero no desaparecido. La población se está convirtiendo en una larga hilera de mendigos. Un pueblo que pide, suplica, se pliega, se arrastra. Que ha perdido el brillo de su mirada y la alegría de su rostro, que incuba resentimiento y enojo.

Todos los días vemos la desesperación y frustración, pintada en los rostros de quienes confiaron sus ahorros al sistema bancario ecuatoriano, sobre todo después de una campaña agresiva sobre las virtudes y ventajas de éste.

Con suerte, recuperarán sus devaluados dineros en bonos del Estado, no se sabe a ciencia cierta a que plazo todavía. Después de haber anunciado que sería a 7 años, proponer ahora que será cuatro, es una buena noticia. La política del susto. Anunciado lo peor, lo malo se convierte en bueno. Ese parece haberse constituido en nuevo modelo de gobernar con patente ecuatoriana.

Para los que tienen sus depósitos en los bancos cerrados, será difícil porque en un sistema dolarizado, la AGD no existirá. ¿Cómo podrá devolverlos?

¿Cómo entender, cómo poder justificar, el robo que el Estado hace a sus ciudadanos, cuando gasta entre 2 y 5 mil millones de dólares en nada trasparentes salvatajes bancarios?

Según datos del Banco Central, el 16% de la población económicamente activa está desempleada, y el 55 % está sub-empleada, cifra que en el sector agrícola alcanza el 90%. Todos hablan de la necesaria reactivación de este sector. Pero el Ministro de Agricultura acaba de renunciar por no contar con fondos suficientes para reactivar el agro.

Entre febrero y agosto del 99 emigraron del país alrededor de 60.000 profesionales, lo que grafica un panorama desolador en términos de mano de obra calificada.

José Varea, premio Espejo en Ciencias, en una investigación realizada con 33 mil niños menores de 5 años, encontró que seis de cada 10 niños en Ecuador, siete de cada 10 en la Amazonía, ocho de cada diez en Azuay, son desnutridos. Y esa desnutrición empieza entre el tercer y quinto mes, cuando dejan la lactancia. Y aunque coman muy bien el resto de su vida, el daño biológico de esa primera etapa de la vida es irreversible.

En palabras de Simón Espinoza, la pobreza, con su secuela de desnutrición, es el peor enemigo del empresario, del productor, del inversionista extranjero. Cada niño desnutrido es un agujero en el bolsillo de los ricos. Ahora Ecuador está a la par de la India, Bangladesh, Guatemala, Nepal y Vietnam. Mañana estará a la altura de los más pobres de Africa. El problema es alarmante, politizarlo es un crimen, resolverlo una obligación de todos, pero en especial del Estado, los banqueros, los industriales, los empresarios, los sindicalistas, la CONAIE (Vistazo 1/98) .

Hace dos semanas, la TV. presentó un estudio en que comparan la situación de la niñez ecuatoriana con la de Haití, el país más pobre de América Latina.

Sin embargo en el plan Nacional de Derechos Humanos, publicado en julio del 98, el Estado se compromete a establecer y promover políticas públicas básicas, de carácter universal, de amplia cobertura, de largo alcance en los temas de educación garantizando educación de calidad, salud y nutrición, recreación, agua y saneamiento ambiental y vivienda.

Esto es solo una muestra rápida, de lo que pasa en este país llamado Ecuador.


Pero se presentan además otros problemas. La dolarización anunciada y en trámite nos enfrenta a otras realidades

Desde su refugio-palacio-convento-prisión Alberto Dahik, consultado como líder de opinión a pesar de las causas de su huída del país, dice, frente a las medidas económicas tomadas por el gobierno, que el momento no está para ponerse a pensar en los costos sociales o económicos que estas puedan acarrear, sino en los beneficios que pueda generar. La pregunta es: ¿beneficios para quién? Cualquier semejanza con la bomba de neutrones que mata a las personas y a los animales, pero deja en pie los edificios es mera coincidencia.

¿Podemos pensar en la economía como si se tratase solo cifras, sin ver los rostros de los miles de conciudadanos que estas representan?

¿Podemos sacrificar el presente en aras de un futuro hipotético, edificado sobre qué?

¿Quién de nosotros sacrificaría, en el verdadero sentido de ofrecer en sacrificio, en holocausto a su familia, a sus hijos, en función de otros niños por nacer mañana?

El problema de la anunciada dolarización es múltiple. Es económico, es social, es cultural.

Esta ligado a los derechos individuales, el derecho a la vida, a la salud, al empleo, pero también el derecho a pertenecer a un país, a una nación, a tener una identidad propia.

Por eso me preguntaba a que nos referíamos cuando hablamos del Ecuador.

Voy a tratar de ahondar en esto.

El Ecuador no tiene más moneda propia, lo que quiere decir que no puede dirigir la política fiscal, ni la política crediticia.

Tendrá que entregar las empresas públicas, privatizarlas, y cuando se produzcan crisis, no tendrá con que intervenir en la economía, cosa que si se hace en los países desarrollados, que intervienen para salvar su economía. Si vendemos lo que tenemos: ¿con qué negociamos después?

El solo hecho de comprar los dólares que nos hacen falta con nuestra moneda, concede a Estados Unidos lo que se llama el señoriaje. Este término se aplicaba a la protección feudal que el señor daba a sus siervos, a cambio del trabajo que estos aportaban. Los sucres que entregamos a cambio de la moneda produce réditos a Estados Unidos, el tiempo es oro en la banca, pues esos recursos se utilizan en generar créditos en el sistema financiero estadounidense, a cambio de nada. Las ganancias son solo para el país del norte.

El billete norteamericano tiene los rostros de Franklin, de Washington, que no corresponden a nuestra historia, a nuestras raíces y tienen como leyenda "In God we trust", cuya traducción ortodoxa es: "En Dios pongo mi confianza".

Pero da la casualidad que Trust también, según el diccionario Larouse, es la asociación entre productores formada para unir esfuerzos, evitar competencias y dominar el mercado. ¿Cúal es entonces el dios en que se pone la confianza, el dios del trust? ¿El Trust es el dios?

Si los rostros y frases que aparecen en los billetes no tuvieran sentido: ¿Por qué entonces nuestros billetes no eran solo un papel con cifras porque se esmeraron en poner a Sucre, Alfaro, Rumiñahui, en ellos? Aún de manera inconsciente esto tiene que ver con la identidad de un pueblo.

¿De que Ecuador hablamos? ¿Cómo ayuda esto a la integración con los países limítrofes?. ¿Cómo desarrollamos la Patria Grande latinoamericana, cuando sin beneficio de inventario, nos entregamos sin condiciones, en brazos del símbolo del poderío de un solo país?.

Porque el dólar, además de ser una moneda, es un símbolo de poder, de riqueza y por eso el efecto embrujante de la propuesta y el adormecimiento colectivo que esta produjo antes de reponerse del sueño y comenzar a despertar.

Milton Friedman, exponente muy claro del neoliberalismo, el 3 de mayo del 99 afirmó en Forbes que: "la moneda es un símbolo importante de la soberanía. Y a mí me parece, sostiene Friedman, que una nación si quiere seguir siendo Nación necesita tantos símbolos se soberanía como sea posible". (Citado por Alberto Acosta en su documento la Trampa de la dolarización.)

¿Cómo explicar entonces el gesto de la Representante de la Cámara de la Pequeña Industria de quitarse el crespín negro que llevaba, por el crespín tricolor, justo cuando se anunciaba esta medida?. ¿No serían otros los colores que tendría que ponerse?

Con esta medida nos convertiremos en paraíso del narcolavado, porque no hay que justificar de donde provienen los dólares.

Con la frontera vulnerable que tenemos este es un peligro cierto, que trae consigo mafia y todos los problemas que acarrean los negocios a ella ligados. ¿Estamos listos para enfrentar estas realidades, y su repercusión en la seguridad ciudadana, y vecinal? ¿O este dinero hace parte también del salvataje de la economía ecuatoriana?

El hecho de que el dólar norteamericano asuma las tres funciones, reserva, unidad de cuenta y medio de pago, trae acarreado las privatizaciones y la flexibilidad laboral.

Se acaba de anunciar que se importara aquello que aquí se produzca muy caro, con eso matamos las industrias nacionales y colocamos a la libre competencia como posibilidad de abaratar costos

¿Quién comprará, si los trabajos serán a tiempos parciales y se busca reducir la participación de los trabajadores en las utilidades de las empresas?. ¿Cómo aliar esto con la irrenunciabilidad de los derechos de los trabajadores?

Las diferencias entre los que tienen y los que no tienen, entre ricos y pobres se agravará, pues difícil es que aumenten los salarios en un mínimo vital de 300-400 dólares que sería lo necesario si ahora este está en alrededor de 50 y se habla solo de duplicarlo. ¿Qué pasará con los subempleados?

En el Plan Nacional de Derechos Humanos del Ecuador, que el Estado debería poner en marcha para cumplir el decreto que él mismo ha expedido, se dice: El Estado ecuatoriano formulará, con la participación de la sociedad civil, políticas de trabajo y empleo, en las que se respete las diferencias de modo que impulsen su desarrollo personal y comunitario.

Y Afirma que el Estado respetará y aplicará la legislación laboral y que suscribirá y ratificará los convenios de la Organización Internacional del trabajo que no han sido ratificados y que promoverá su aplicación en la legislación nacional.

También se afirma en el mismo Plan Nacional, que en virtud del artículo 2do del "pacto de Derechos Económicos, Sociales y Culturales" donde se expresa claramente la obligación de todos los Estados partes, independientemente de cual sea su nivel de riqueza nacional, de avanzar de inmediato y lo más rápidamente posible hacia la efectividad de los derechos económicos, sociales, y culturales: y, teniendo en cuenta la importancia fundamental de la participación de la sociedad civil, el Estado ecuatoriano creará un comité de vigilancia de los derechos económicos, sociales y culturales con la participación paritaria de representantes gubernamentales y de la sociedad civil y un representante del Consejo Nacional de Universidades, CONUEP. Al mismo tiempo, este comité constituirá un espacio de diálogo entre estos sectores.

Y en lo relativo a la participación ciudadana, el Plan sostiene que el Estado se compromete a garantizar la participación en la cosa pública de la sociedad civil, en especial de las organizaciones populares y organizaciones no gubernamentales. También se obliga a diseñar estrategias que legitimen, tanto en el gobierno central como en los gobiernos seccionales, la presencia y decisión de la ciudadanía en general, y, a receptar y tramitar las propuestas de políticas económicas, sociales, culturales y de seguridad ciudadana, que busquen la defensa de los derechos humanos.

Uno de los problemas fundamentales de los ecuatorianos, además de los señalados es la incredulidad en las palabras, en las declaraciones, en las promesas, en los poderes del Estado.

Motivos más que suficientes hay para ello.

La corrupción que todo atraviesa, el engaño solapado como la última devaluación camuflada tras la anunciada dolarización, las promesas incumplidas, la absoluta nulidad en los hechos, de lo que decreta el Tribunal Constitucional, que en principio esta como intérprete de última instancia de la Constitución por encima de los poderes del Estado, abonan esa incredulidad que se extiende como un cáncer terminal en los diferentes niveles de la sociedad.

El espejo de los pactos más inesperados en aras del consenso y la gobernabilidad en la que se sacrifican los principios, las convicciones, si es que alguna vez las hubo. en aras de lograr mayorías que aprueben lo que el poder ejecutivo propone, son realmente alarmantes.

La clara voluntad de lograr acuerdos parciales con los diferentes actores sociales, perdiendo de vista lo global del país, y las causas que originan los diferentes reclamos sectoriales, en una política de parcheo que termina haciendo imposible el convivir y deseducando la participación porque cada uno reclama por sí y ante sí y trata de solucionar su problema sectorial o provincial, al margen de los demás, corroe la pertenencia a un país como proyecto político, con identidad propia sustentada en las diferencias y asumiéndolas para proyectarlas en un quehacer común.


¿Qué hacer por los derechos Humanos en el Ecuador entonces?

Primero: recuperar la dignidad de un pueblo.

Transformarse de mendigo en erguido. Para ello hay que recuperar la fe.

Al día siguiente del anuncio presidencial nos decían las encuestas que el pueblo había recuperado la fe en el mandatario. ¿Fue en el mandatario?

El estado de shock, de hipnosis, luego del anuncio de las medidas económicas mostró la fe en otros símbolos, en la moneda y economía de otros países, no en nosotros,.

El comienzo de salida del shock hace que de nuevo se planteen las preguntas fundamentales y aparezca nuevamente la desesperanza en las mayorías empobrecidas.

Todo se puede perder, menos la dignidad, la alegría y la fe de un pueblo.

Para recuperar esa fe y hacer que pasemos de la categoría de mendigos a erguidos, hace falta recuperar la dignidad.

Parafraseando a Artigas: "No se puede regalar el rico patrimonio de los ecuatorianos al bajo precio de la necesidad". Los que nos enseñan esto son los indígenas que si tienen identidad y sentido de pertenencia.

Hay que aplicar medidas que ya se han aplicado antes como el control fijo de cambios, u otras que los expertos conocen o inventan en estos momentos. Pero en el peor de los casos si la propuesta es la mejor salida, por lo menos convirtamos en hermanos gemelos, que siendo idénticos tienen identidad y vida propia. Son parecidos pero no iguales.

San Agustín definió al pueblo como un conjunto de personas ligadas por un amor común. Lo primero y lo necesario es hacer lo que Bachelar dice: "Solo convenceremos a las personas si somos capaces de despertar en ellas sueños fundamentales". Y de nuevo miremos lo que está pasando en las calles de Quito.

Por eso la tarea más urgente es recuperar la credibilidad de la palabra.

Y eso debe hacerse desde uno de las espacios donde más se la ha prostituido: El espacio de los políticos.

Palabras que digan lo que dicen, produzcan la vida que la simiente de la expresión lleva en su seno. Palabras que no estén al servicio de la mentira, de la componenda ni de la grandilocuencia. Que sean claras. Si si, no, no.

Palabras que transformen a los abatidos y avergonzados de pertenecer a un país, en sujetos de la historia que ellos mismos construyen.

Que se cultive la memoria.

No es posible que los medios de comunicación hablada, escrita y televisiva consulten como formadores de opinión a los prófugos por delitos de peculado y corrupción o a aquellos que regresan de su exilio dorado después de cumplir los años para no ser juzgados en el país. Y si su llamado exilio es injusto, que regresen para probarlo, sin ninguna ley que les conceda la amnistía con dedicatoria.

Que se ponga en marcha el Plan de Derechos Humanos para que no sea una declaración más sino algo que se practica.

¿Quién está de las organizaciones sociales, de las Universidades para opinar y colaborar en la formulación de las leyes que se están preparando?

¿Cómo se cumple la anunciada participación ciudadana auspiciada desde el Estado?

¿O ésta solo se da cuando ya no hay manera de modificar las propuestas?

¿O la participación solo se piensa como la capacidad de discutir la forma de ejecutar políticas cuyo gestación pertenece a otros y en las que no se da el derecho a participar?

Estamos en un momento clave para que la participación se de, no por parches sino globalmente.

¿Quién oye? ¿Quién de los poderes del Estado escucha?

Cuando la búsqueda de un acuerdo de paz con el Perú se tomó el tiempo necesario, se consultó, se hicieron comisiones. Lo que estamos viviendo es tanto o más grave que esa guerra, es una guerra interna, de impredecibles consecuencias.

¿Seremos solamente tratados como víctimas de ella, sin posibilidad de aportar para encontrar los caminos del desarrollo y la justicia que es otro nombre de la paz?

Nelsa Curbelo, 21 enero 2000


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DDHH en Ecuador

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