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20mar15


La banca ya ha bajado un 70% su exposición a la deuda helena por si llega el 'Grexit'


Marzo de 2010. Grecia ya genera desconfianza, pero aún no ha pedido su primer rescate financiero. En ese momento, y según los datos del Banco Internacional de Pagos (BIP), la banca mundial tiene una exposición de 223.735 millones de dólares (167.000 millones de euros al cambio de entonces) en deuda helena -en todas sus versiones: pública, privada, derivados...-, aunque el mayor riesgo lo concentran las entidades europeas, con 177.649 millones (132.600 millines de euros), casi el 80% del total. Con esta carga en sus mochilas, un escalofrío recorría el espinazo del sector ante las pérdidas que podría sufrir si se producía un accidente financiero en Grecia.

Cinco años después, esa carga se ha aligerado al máximo. De nuevo según el BIP, que ha actualizado los datos esta semana con cifras correspondientes a finales de septiembre de 2014, la banca mundial ha aligerado su exposición a Grecia en un 70%, hasta los 69.076 millones de dólares (unos 64.000 millones de euros), aunque más bien se podría decir que este control de riesgos lo acaparan las entidades europeas, cuyo riesgo en deuda helena ha adelgazado hasta los 54.450 millones de dólares (cerca de 50.500 millones de euros).

Estas cifras son las que explican, en parte, que Europa no sienta ahora tanto miedo como en 2010 ante una posible salida de Grecia del euro, el denominado Grexit. A ellas se suman otras variables, como una política monetaria más agresiva por parte del Banco Central Europeo (BCE) de Mario Draghi, la presencia del Mecanismo Europeo de Estabilidad (Mede) o los avances dados en la Unión Bancaria. Una banca menos expuesta y una Europa mejor equipada generan la sensación de que, esta vez sí, la Eurozona resistiría el golpe de la salida de un país que, por otra parte, representa menos del 2% del Producto Interior Bruto (PIB) de la región.

Entre el hartazgo y el plante

Aunque esta sensación denota cierta complacencia e introduce en escena el peligroso síndrome de que esta vez es diferente, lo cierto es que Alemania y otros países del euro ya han deslizado que si Grecia no cumple los compromisos adquiridos en su segundo rescate y las exigencias establecidas para prorrogarlo durante cuatro meses, esta vez no le temblará el pulso a la hora de cortar la financiación a Atenas y que el Gobierno de Alexis Tsipras tenga que valerse por sí mismo para encontrar el dinero que le salve del impago.

Esta amenaza, la del impago, e incluso la de la imposición de controles de capitales -corralito-, se sintió este jueves en la reunión de jefes de Estado y de Gobierno en Bruselas. La sensación es que, por un lado, la paciencia de los líderes europeos se está agotando a la misma velocidad a la que está creciendo su hartazgo al comprobar que el tiempo pasa y Tsipras sigue sin precisar sus reformas y medidas de ajuste. Pero es que, por otro, tal vez por la cabeza de Tsipras pasa plantarse. Es decir, la de volverse a Atenas sin dar su brazo a torcer.

El problema reside en que la deuda le atosiga. Este viernes, por ejemplo, afronta el pago de 350 millones de euros al Fondo Monetario Internacional (FMI) y el vencimiento de 1.600 millones de euros en letras. Y en abril esperan casi 3.000 millones más. Y en paralelo el dinero sigue saliendo de los bancos griegos, precisamente porque entre los depositantes se masca que, esta vez, lo peor -el corralito y el Grexit- podría acabar siendo realidad.

Estas apreturas se relajarían con un plan de medidas que convenciera a Europa. En ese caso, la Comisión, el BCE y el FMI darían a Grecia los 7.200 millones que se han comprometido a entregarle... cuando presente esas reformas.

Esa mayor dureza que destilan los responsables políticos y financieros de la Eurozona se ha apreciado ya en varias de las últimas comparecencias de Draghi, por el que pasan muchas de las claves a corto plazo. El pasado 5 de marzo, el presidente del BCE denunció que la locuacidad del ministro de Finanzas griego, Yanis Varufakis, ponía en riesgo la solvencia de la banca helena. Y esta semana, durante la convulsa inauguración oficial de la nueva sede del BCE, el banquero italiano alertó contra los populismos y contra el error conceptual de considerar que la solidaridad europea consiste en que "unos países pagan permanentemente por otros", dos mensajes destinados a Atenas.

Estas palabras han ido en paralelo a la espera para que Tsipras y Varufakis concreten las reformas a las que se han comprometido. Mientras llegan, el BCE ha accedido a mantener un hilo de financiación a la banca griega a través de la Provisión Urgente de Liquidez (ELA, en sus siglas en inglés). Este miércoles amplió en 400 millones la cantidad que pueden conseguir por esta vía, hasta los 69.800 millones. Eso sí, por debajo de los 900 millones que, según distintas fuentes, habían solicitado los bancos helenos, acuciados por esa masiva salida de capitales. Pero es que Draghi no quiere ampliar tanto la mano precisamente para que el Gobierno de Syriza precise ya sus medidas, además de que dentro del BCE no todos están de acuerdo en prolongar un mecanismo de urgencia que, por definición, solo se aplica de forma temporal, no estructural.

La ronda de reuniones que se producirá entre este viernes y la próxima semana se antoja de nuevo clave para saber si Grecia va en serio con las reformas. Si el Ejecutivo de Tsipras no convence -o directamente se niega a convencer-, la amenaza de un impago y un corralito en Grecia y del posterior Grexit crecerá por momentos.

Unos países más, otro países menos

A la espera de ver cómo evolucionan las negociaciones, los últimos datos del BIP arrojan datos dispares por países. En unos casos, superan con muho la media. Los bancos italianos, por ejemplo, no tienen ninguna exposición, cuando en marzo de de 2010 alcanzaban los 6.841 millones de dólares, y la banca francesa, austriaca, irlandesa, portuguesa o belga la han recortado en más de un 95%. Destaca el caso galo, puesto que en marzo de 2010 sus entidades acaparaban la mayor exposición, con 67.379 millones de dólares.

En lo que respecta a España, los datos del PIB confirman que se mueve en la media, pero siempre con una exposición muy reducida. Los 1.300 millones de dólares de 2010 encogen hasta los 387 millones de septiembre, un descenso del 70%.

Pero aunque este ha sido el comportamiento general, también excepciones. Lo es en parte Alemania, cuyas entidades han sido más perezosas, al haber adelgazado sus riesgos solo en un 33%, de los 44.219 a los 29.532 millones de dólares, con lo que en estos momentos es el país más expuesto a Grecia. La banca estadounidense aún la ha recortado menos, en un 20%, hasta los 11.035 millones. Aunque los casos más llamativos son los de la banca suiza, que ha subido su exposición en un 2%, hasta los 3.859 millones de dólares, y la británica, que la ha aumentado en un 27%, hasta los 14.922 millones.

Es decir, los bancos de estos países han sido los que han mantenido el pulso más frío y los que, por otra parte, más se han podido beneficiar del favorable comportamiento de la deuda griega tras la quita aplicada al sector privado en marzo de 2012. Desde entonces, y aunque en menor grado que el resto de la deuda periférica, las medidas lanzadas por el BCE también han propiciado subidas en el precio de los bonos griegos y, por consiguiente, descensos en los rendimientos, que bajan cuando el precio de los títulos sube. Eso sí, como contrapartida, ahora son los países más expuestos a Grecia en caso de que el escenario más extremo, el denominado Grexit, se manifieste.

[Fuente: Por Pedro Calvo, El Confidencial, Madrid, 20mar15]

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