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17sep18


Rusia pretende convertirse en garante del proyecto comercial más grande del siglo XXI


El Cinturón y Ruta de la Seda es una de los proyectos de desarrollo más ambiciosos del siglo XXI. Para Rusia, la interacción con la iniciativa propuesta por China abre nuevas oportunidades para la integración en el marco de la Unión Económica Euroasiática (UEE), aunque su realización se ha enfrentado a varios desafíos.

Hace exactamente cinco años, en septiembre de 2013, el presidente chino, Xi Jinping, anunció la intención de entrelazar toda Eurasia con una red de vías para fomentar el comercio y el intercambio humanitario a lo largo y ancho de todo el continente. Esta ambiciosa iniciativa debía determinar la estrategia de desarrollo logístico no solo de China, sino de todos los países camino a Europa en las próximas décadas.

El proyecto fue dividido en dos partes: la Ruta de la Seda del siglo XXI, que pretende unir los extremos del continente mediante vías férreas y automovilísticas, y una extensa red de modernos puertos a lo largo de todo el litoral sur de Eurasia, aglutinada bajo el nombre de Cinturón de Seda.

La realización del proyecto fue uno de los temas clave en el pasado Foro Económico Oriental, celebrado en Vladivostok (Rusia) entre el 11 y el 13 de septiembre. Sputnik tuvo la oportunidad de conversar con varios especialistas en la materia para entender cuáles son los mayores retos a los que se enfrenta la iniciativa china y cómo esta le permitiría a Rusia desempeñar un papel clave en el futuro del comercio continental.

Vía recuperada

La Ruta de la Seda podría considerarse el primer proyecto globalizador en la historia de la humanidad. La principal vía comercial del mundo antiguo se extendía desde el mar de Japón hasta el Mediterráneo, atravesando decenas de países. A lo largo de esta vía se fundaban y florecían nuevas ciudades y estados enteros. El tiempo de viaje de un extremo a otro en aquella época era equivalente a lo que la humanidad necesitaría hoy día para llegar a Marte.

A pesar de las grandes distancias, el tráfico de mercancías e ideas se abría camino a lo largo de todo el continente euroasiático, sentando las bases para los grandes saltos en el desarrollo de la humanidad. El papel y la imprenta, la pólvora y el acero, el dinero y la revolución industrial, son solo algunos ejemplos de los beneficios que tomaron carácter global gracias a este camino.

Tras el auge de las potencias coloniales europeas, esta ruta quedó abandonada, sustituida por las vías marítimas, más rápidas y económicas para la época. La aparición de los ferrocarriles hizo que la ruta pareciese factible nuevamente, pero los grandes enfrentamientos sucedidos a lo largo del siglo XX no dejaron espacio para su realización.

Desde que China decidiera retomar esa ruta en 2013, Rusia se postuló como un socio clave para el proyecto.

"Quisiera recordar que la iniciativa, que fue anunciada por Xi Jinping, fue apoyada por Vladímir Putin en forma de extensión de nuestra Unión Euroasiática, que creamos tan solo unos años atrás. Es una alianza muy joven pero que toma fuerza muy activamente. Es importante entender qué significa esta mezcla", expresó ante Sputnik el viceministro de Economía de Rusia, Serguéi Gorkov.

Según el alto cargo, la iniciativa propuesta por Pekín es a menudo asociada solo a Europa y China, como puntos terminales, pero es igual de beneficiosa para todas las naciones del continente.

EEUU provoca y a la vez entorpece el proyecto

La iniciativa fue propuesta mientras las relaciones entre China y EEUU mudaban de socios cercanos a principales rivales. Después de décadas de comercio a beneficio mutuo, hoy día ambos países se perciben mutuamente como principales contrincantes en el escenario económico internacional, dejando al resto de países como simples espectadores. Los logros económicos del gigante asiático le permitieron convertirse en la segunda economía del mundo, superando en cuatro veces a EEUU en cuanto a tasa de crecimiento anual.

Primero la Casa Blanca intentó frenar al gigante asiático mediante el poder blando, promoviendo grupos de presión y manifestaciones dentro de China. Después Washington se dispuso a crear grandes bloques económicos en la región, dejando al margen a Pekín. El más conocido es el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP, por sus siglas en inglés). La entrada de Donald Trump a la Casa Blanca llevó esas difíciles relaciones al nivel de imposición mutua de aranceles.

"El mundo hoy día está pasando por un zona de grandes turbulencias que, por primera vez en décadas, ha golpeado fuertemente al comercio internacional. Antes todo era al revés: era el comercio internacional el que sacaba a la economía global de las crisis. Hoy en día no podemos predecir de dónde provendrá y qué sectores económicos golpearán las medidas proteccionistas", comentó Veronika Nikishina, miembro de la Junta de Comercio de la Comisión Económica Euroasiática.

Los dirigentes chinos previeron el desenlace de la llamada 'guerra económica' y decidieron de antemano diversificar los mercados para sus productos. Hoy en día, el intercambio comercial entre China y Europa supera el medio billón de dólares y aún tiene perspectivas de crecimiento. El principal obstáculo para que esto suceda es la falta de vías de comunicación y el proyecto del Cinturón y la Ruta de la Seda tiene como principal objetivo resolver este problema.

Al igual que en la antigüedad, el camino más corto entre China y el Mediterráneo es a través de Oriente Medio, y aquí es donde el proyecto de Pekín encuentra sus mayores problemas. La antigua ruta atravesaba las tierras donde hoy día se ubican países como Irán, Irak, Afganistán y Siria. Por razones que todos conocemos, es poco probable que en las próximas décadas se logre organizar un tránsito de mercancías estable y seguro a través de estos territorios.

De hecho, si proyectamos en el mapa moderno el camino que trazaba la antigua ruta entre Europa y Asia, comenzamos a ver con nuevos ojos las múltiples intervenciones de EEUU en la región. Hace tan solo dos décadas, Washington podía calcular el actual auge de China y proponerse cortar con antelación las potenciales vías de comercio entre los dos extremos del continente.

A primera vista, el mar parece seguir siendo la vía más conveniente para el tránsito de mercancías. De los puertos sureños de Xiamen y Cantón, los buques chinos salen hoy rumbo al Mediterráneo, en Europa, a través del océano Índico y el mar Rojo. No obstante, en su camino se enfrentan a obstáculos y riesgos cada vez más palpables. La limitada capacidad de tránsito por el canal de Suez es el mayor de todos. Si le agregamos a eso la interminable inestabilidad en Yemen, la piratería en las costas de Somalia y el sudeste asiático, y las crecientes tensiones entre Irán y Arabia Saudí, queda claro que esta vía marítima no parece mostrar mejores expectativas en los próximos años.

Rusia propone su infraestructura

Para Rusia no es nada nuevo actuar de intermediario entre Oriente y Occidente. Según una popular teoría historiográfica, el país incluso debe su nacimiento a un acontecimiento relacionado con la Ruta de Seda.

Entre los siglos VII y VIII, el califato árabe conquista gran parte de Oriente Medio, el norte de África y la península ibérica y entorpece así el milenario comercio terrestre entre Asia y Europa. Siglos después, esta situación estimularía a Cristóbal Colón y Vasco de Gama a buscar otras rutas en el mar. Pero antes que ellos, los antiguos comerciantes trazaron alternativas vías fluviales por el norte del mar Caspio y el mar Negro conocidas como la Ruta de los varegos a los griegos y la Ruta del Volga. Justo a lo largo de esas desviaciones de la Ruta de la Seda se fundaron y prosperaron las ciudades de Kiev, Nóvgorod, Tver, Smolensk y Kazán, que desde el siglo IX se irán uniendo para formar lo que hoy conocemos como Rusia.

En la actualidad, el espacio y la infraestructura logística heredada de la Unión Soviética parecen ser la opción más adecuada para la implementación del proyecto. Así, el primer tren de mercancías que partió de Londres a Yiwu (China) en 2017, recorrió 12.000 kilómetros en tan solo 19 días. Quedó iniciada así la primera fase del ambicioso proyecto. En comparación, la ruta marítima por el canal de Suez atraviesa 20.000 kilómetros entre 50 y 60 días de viaje.

Los principales garantes del tránsito entre Europa y Asia —Bielorrusia, Kazajistán y Rusia— son también los países que forman la Unión Euroasiática, el mayor proyecto de integración económica en el espacio postsoviético.

"Para nosotros, para la Unión Euroasiática, la iniciativa [del Cinturón y la Ruta de la Seda] no es solo algo que está de moda. Es una elección económica totalmente natural (…) Siempre he dicho que es injustificadamente pequeña la participación de los miembros de la UEE en el comercio con Asia. Nuestra mirada siempre ha estado puesta en Europa, pero ahora percibimos este proyecto como una elección económica totalmente consciente para equilibrar nuestros lazos comerciales con el exterior", explicó Veronika Nikishina.

La integrante de la Junta de Comercio de la Comisión Económica Euroasiática recordó que, en mayo de 2018, se pactó una hoja de ruta entre China y la Unión Euroasiática que determina los puntos de enfoque para la cooperación entre las partes. Al contrario de lo que sucede con EEUU en la actualidad, entre ambas partes se pretenden simplificar los procedimientos aduaneros y disminuir los aranceles mutuos.

Uno de los primeros beneficiarios de esta medida ha sido la Corporación Nacional de Petróleo de China (CNPC). El presidente del gigante, Wang Yilin, comentó durante el Foro de Vladivostok que, gracias a la estrategia de mezcla de la Ruta de la Seda y la Unión Euroasiática, China ya se ha convertido en el principal socio económico de UEE y poco a poco va aumentando su presencia entre los principales clientes energéticos de Rusia.

"Un filósofo chino dijo que, antes de iniciar cualquier emprendimiento, es importante primero analizar todas las opciones posibles y luego pasar a su realización. Creo que estamos en el buen camino y deseo que nuestros esfuerzos nos ayuden a construir una gran Eurasia en el siglo XXI", concluyó Wang Yilin.

[Fuente: Sputnik News, Moscú, 17sep18]

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