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02dic07


La otra orilla


Aún es pronto para reponerse del impacto emocional producido por las aterradoras imágenes de los secuestrados. En particular, la figura de Íngrid Betancourt entristece al más frío de los observadores. No hay sino que pensar en que esta mujer lleva encadenada física y sicológicamente cinco años preciosos de su vida y de la vida de sus hijos.

Quienes todavía dicen que ella fue secuestrada por las Farc porque se aventuró a recorrer las carreteras del Caguán, deberán comerse sus palabras y arrepentirse de su insensibilidad.

Ojalá que esta vez el Presidente se desprenda de su piel de político jugando ajedrez y permita que salga a flote el sentimiento de padre, hermano o esposo que también es.

No voy a mencionar nombres. Pero sí me voy a referir a los secuestros de miembros de familias poderosas en el pasado. Se han preguntado ustedes, ¿cómo ha actuado el Mandatario de turno en esos casos?

En el ejercicio de la profesión de periodista se puede ser testigo de muchas cosas que nunca salen a la luz pública. No seré yo la que revele secretos que se conocen en círculos privilegiados. Pero habrá algún día en que alguien, con testimonios, cuente cómo se han movido los cimientos de la Patria cuando la víctima era importante. "Cuando arrodillan al Estado", en frase memorable de alguien que sí conoce el almendrón.

Se diría que Íngrid pertenece a la clase del poder. Pero no ha sido así, pese a la presión que han ejercido los franceses, más conmovidos con su suerte que los colombianos, digamos la verdad. Y, si eso sucede con ella, ¿qué puede pasar con sus compañeros de desgracia? Durante cinco años Álvaro Uribe ha pensado más en su confrontación militar con las Farc –en lo que tiene razón- que en las personas que están en la mitad –en lo que se equivoca-.

Para hablar con franqueza, el solo hecho de que las pruebas de supervivencia estuvieran en Bogotá y no en la mitad de la selva, indica que Chávez y Piedad estaban avanzando. Y que tal vez el Gobierno sabiéndolo, quiso adjudicarse el éxito o, al menos, evitar el triunfo de los mediadores, interceptando primero a los mensajeros antes de que éstos lograran llegar a los destinatarios.

Hace unos cuantos días se empezaron a oír rumores sobre la llegada de las pruebas en los alrededores del Palacio Presidencial. Es muy probable que la inteligencia oficial viniera siguiéndoles los pasos a los correos humanos de la guerrilla.

Por supuesto que ese acto constituye legítima defensa estatal. Sin embargo, la cuestión ética se define de otra manera: si en la Casa de Nariño conocían lo que estaba a punto de suceder, ¿por qué el Presidente cortó de tajo la mediación de Chávez en vez de esperar a que los familiares de los secuestrados obtuvieran las imágenes de sus parientes? Y más allá: ¿cuál será la reacción de las Farc por la detención de los tres milicianos? ¿Tomarán venganza cometiendo tres nuevos secuestros? ¿Será cierto, como lo dijo un agudo analista, que por ese motivo el intercambio estará más lejos que nunca? Presidente, la historia le recordará sus prioridades de estos momentos: los seres humanos o su política de nunca transar, ni siquiera por el pesado bulto de dolor que cargan Íngrid y los demás cautivos.

[Fuente: Por Cecilia Orozco Tascón, El País, Cali, 02dic07]

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