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07may09


¿Cuál Oposición?


En Colombia suele hablarse con una facilidad pasmosa de que existe Oposición. Sin embargo, ella sólo puede entenderse a partir del hecho de que de lo que se trata consiste en que quienes están en el Gobierno desarrollan un proyecto político y quienes están en su contra oponen otro completamente diferente. Es lo que se llamaría el esquema Gobierno-Oposición, que en el país no ha tenido evolución desde hace décadas, pese a que existen cláusulas por implementar al respecto. Así, lo que debería ofrecerse a los electores son dos versiones diferentes de las cosas y cualquiera de las dos que gane será aplicada en caso de conseguir las mayorías. Es lo que ocurre en Inglaterra, España, Italia o Estados Unidos, países en los que la alternación resulta obvia en la medida en que la democracia se construye desde los disensos y no en el unanimismo y la perpetuación.

No hay, ciertamente, Oposición en Colombia en el sentido de que no existe una plataforma ideológica y programática clara y categórica desde los partidos políticos, que permita la diferenciación exacta con el régimen de cosas. Por el contrario, los partidos supuestamente adversos al Gobierno gastan sus energías en la mecánica y pierden la política.

Todo se reduce, pues, al personalismo. Y ese es justamente el escenario donde el actual Mandatario, en trance de reelección perpetua, resulta más fuerte, porque nadie, en los partidos que lo respaldan o en los que no lo acompañan, tiene recordación similar.

Lejos también están de tener reconocimiento y hasta ahora logran cierto sentido nacional. Pese a ello, creen que las encuestas son el elíxir y no se dan cuenta de que jugar al mismo personalismo es caer en la trampa donde de todas maneras llevarán las de perder. Y tampoco es cosa de hojas de vida. No es más sino observar a Barack Obama para comprender que con un quehacer público escaso se convirtió, sin embargo, en la esperanza de un país en medio de la peor crisis de todas las épocas. Lo hizo con base en un carisma y en unas ideas.

Fruto de estas circunstancias, que dejan vacíos inmensos, las autoridades judiciales y algunos periódicos y revistas, parecerían haber copado el escenario de la Oposición. Pero desde luego ello no es así, tanto en cuanto, por ejemplo, sólo la Corte Suprema ha dictaminado justicia o se ha defendido de los ataques del Régimen. Lo mismo ha pasado con periodistas que, ejerciendo su función, han investigado y descubierto la gran mayoría de las cosas, ninguna de ellas por los llamados partidos políticos de Oposición. Los partidos siempre han estado al garete de estas circunstancias y nunca han llevado la vanguardia, actuando por lo general a reacción. Salvo por algunos expresidentes, que suelen estremecer el escenario, no hay voces políticas de envergadura y en general las decenas de precandidatos prefieren no remover el cotarro para no perder un voto aquí o acullá. Por eso uno de los mayores activos de los reeleccionistas es la dispersión y la disformidad, ocurriendo lo mismo que en la Venezuela de hace unos años.

Como no hay conjunción, porque cada cual quiere sobresalir, así sea de manera reducida, cualquier unidad de propósitos resulta vacua. Ni siquiera hay una acción concertada para denunciar un Régimen que supura por todas partes. Asistimos a la claudicación de la Democracia, sin que los demócratas entiendan que la defensa de la misma exige una histamina y una voluntad irrefragables, también complementadas con generosidad. Y sobre todo con sinceridad y coherencia. Es decir, no es posible pensar que se puede hacer un caldo ideológico con un poquito de seguridad democrática, un poquito de confianza inversionista, un poquito de cohesión social, para raparle al émulo su base doctrinaria. Es claro, por el contrario, que quienes no están de acuerdo con la reelección, que cada vez suman más colombianos, también deben dar respuestas en torno de la ética, la corrupción, la pobreza, el desempleo y la cultura. Los políticos deberían estar haciendo política. El único que la hace, sin embargo, es quien debería estar de salida.

En tanto, los demás hacen cálculos inanes de si se va a perder o ganar una curul, de si se va a subir o se va a bajar el umbral, de si se le quita una adhesión a otro candidato o se está pendiente de la próxima encuesta. ¿Y de la política qué?

[Fuente: El Nuevo Siglo, Editorial, Bogotá, 07may09]


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