Carmen Bueno
Morir es la noticia

Carmen Bueno:
Para siempre hermosa...


Pamela Jiles(*)

Nombre
Carmen Cecilia Bueno Cifuentes
Lugar y fecha de nacimiento
Santiago, 16 de julio de 1950
Especialidad
Actriz y productora de cine.
Lugar y fecha de muerte
Detenida desaparecida, arrestada en Santiago, el 29 de noviembre de 1974.
Actividades
Participó en La Tierra Prometida de Miguel Littín y A la sombra del sol de Silvio Caiozzi y Pablo Perelmann. Trabajó en Chile Films.
Situación judicial
La Corte Suprema sobreseyó su causa (Rol 553-78) por amnistía en enero de 1995 (Segunda Fiscalía Militar).

La Carmen tendría ahora 46 años... Probablemente, sería una cuarentona bien hecha, de pantorrillas firmes por lo mucho que habría caminado hasta hoy, y un encanto aumentado por el carrete de la vida. Ya le habrían salido las primeras arrugas. Y le habrían agradado al mirarse rápido al espejo, con una sonrisa de su boca amplia, sensual y un poco infantil.

Hablando con su madre, su hermana y algunos de sus amigos, piense por un momento que lo único bueno que tuvo su muerte prematura es que la Carmen quedó para siempre hermosa, muy hermosa, con esa mirada alerta de cervatillo que sobrecoge desde sus fotografías, y esa silueta de adolescente eterna.

Cuando nació --tercera de cinco hermanos--, su madre cayó bajo su embrujo: "Pensé que esa niñita preciosa tenía la vida comprada... No le faltaba ningún talento». Creció querida por sus amigos, líder, con mucha habilidad manual. Le encantaban las paltas y las alcachofas. Se las comía de a diez o doce, con la misma pasión que pondría años después para amar o discutir de política.

Era excéntrica, estrafalaria. Se ponía gorros extraños, pañuelos, ropas como disfraces, zapatillas que ella teñía de colores increíbles, pañuelos y flores gigantescas.

Carmen Bueno

Carmen fue desinhibida. Nunca soportó usar sostén y tenía cierta tendencia al nudismo. Corrían los tiempos de la «mini», pero sus minúsculas falditas hicieron historia.

Cuando chica, vivió y la revolvió en el barrio República, en una cuadra donde todos los vecinos eran hijos de militares... Debe haber jugado al pillarse y a la pieza oscura con más de algún futuro oficial de Pinochet. Pero entonces Chile era un apacible país de ciudadanos decentes.

Sus ojos verdes y su facha de modelo la hicieron muy popular entre los quinceañeros del barrio. Docenas de pretendientes querían bailar apretado con ella. Los Carpenters, Buddy Richards, Los Blops y Cecilia sonaban a todo chancho en los tocadiscos portátiles de la IRT que se transportaban de fiesta en fiesta. La Carmen empezó a pololear temprano... Le gustaban los hombres mayores... pero nunca se enamoraba.

Un tal Luciano Cruz

Cuando entró al Liceo N° 1 de Niñas, en el mundo de la adolescente Carmen se produjo un cambio político y emocional. Con su hermana mayor, la Loli, pasaban horas hablando de un tal Luciano Cruz, que era estupendo y genial, y que iba a cambiar el país, el orden anquilosado de las cosas, las injusticias sociales, la explotación del hombre por el hombre...

Su madre las escuchaba hablar de hippismo y liberación femenina. Carmen se había convertido en una lectora voraz y una versada polemista política, en el colegio y también al interior de la familia. 'Mi marido y yo éramos gente de centro, nada metidos en política, sin mucha idea... La Carmen empezó a ir a marchas, a sacarme la bandera chilena, a hablar del «Che» y Fidel Castro... Nos decía que vendría un gobierno del pueblo, que yo era una explotada en mí oficina y que debíamos dejar de ser retrógrados y cavernarios.

Su hermana menor recuerda que le enseñó a anudarse los cordones de los zapatos sobre un mesón de la cocina. Tenía paciencia cuando quería, pero siempre era ansiosa, apurona, impulsiva, drástica, tajante. Una vez un tipo le pidió de su helado en el centro: 'Déme una chupandina, milita; le dijo, grosero y libidinoso. La Carmen se acercó a él, obediente, y le aplastó el helado en la cara. Era audaz, iracunda, pendenciera...

Y a la vez, serena, dulce, regalona. Pasaba horas en la cama de su madre, para que le rascara la cabeza, bajo los rayos del sol de la mañana.

Era buena para reírse, con carcajadas sonoras y contagiosas. La primera vez que vio la película "El mundo está loco, loco, loco...' (después se la repitió siete veces más) le vino un ataque de risa por el que se le dio vuelta la butaca. La sacaron con ayuda de los acomodadores y gente del público. Y cuando ya estaba en la calle, seguía riendo sin parar.

La U.P.

Lloró cuando triunfó Allende. Se abrazaban con su hermana Loli en el living de la casa y saltaban y gritaban que ahora todo iba a cambiar y lloraban con mucha lágrima y mucho moco y mucho pañuelo. Las dos se arrendaron un departamento diminuto en el Parque Forestal. Pasaba lleno de gente, reuniones, humo, unas pizzas añejas de la noche anterior, alojados nacionales y extranjeros, música de Sergio Mendes, Serrat, los Quilapayún...

La Carmen andaba a dedo, con su minifalda, cuando entró a estudiar Comunicación a la Universidad Católica. Se fue de viaje a filmar La Tierra Prometida, con Miguel Littin, entonces un desgarbado principiante del cine experimental. Como el resto del equipo, hacía de todo: era productora, cocinera, actriz y vestuarista.

Después partió con Silvio Caiozzi y Pablo Perelmann a filmar A la sombra del sol. En el equipo iba Jorge Müller, "el Gringo", un camarógrafo rubio y de muy pocas palabras, joven y delgado, que Carmen conoció a través de una amiga. Casi automáticamente y sin mediar grandes intelectualizaciones se hicieron pareja. Y no se separaron más...

En Santiago, la Carmen tenía una participación política activa pero no propiamente militante. Como ayudista y simpatizante del MIR, participó en la custodia de la emisora radio Nacional, haciendo guardia para prevenir ataques.

Lo primero que hizo después del golpe, fue cortarse su larga cabellera que le llegaba a la cintura. Le entregó a su madre la trenza que tanta pena le dio mutilar. Pero la prudencia aconsejaba tomar medidas: muchos de sus amigos comenzaban a caer en manos de la DINA.

El 28 de noviembre de 1974 asistió al estreno de la película A la sombra del sol, en el cine Las Condes. El ambiente nacional era tenso. Las noticias corrían de boca en boca, cada vez más alarmantes. Al finalizar la prémiere, se alojó donde una amiga. A la mañana siguiente, se dirigía a su trabajo en Chile Films, con «el Gringo» Müller, cuando los detuvieron en la calle Los Leones y los metieron en una camioneta.

Seis rayitas

Numerosas personas los vieron en el cuartel de Villa Grimaldi y en el campamento de prisioneros de Tres Alamos. Carmen estaba muy golpeada, con dolores en sus manos y en la vagina. Le dijo a sus compañeros de infortunio que la acusaban de haberle regalado un perro a Miguel Enríquez...

Su rastro se pierde a fines de diciembre de ese año. En la celda de incomunicación número cinco de Tres Alamos quedó su nombre escrito en la pared con un alfiler, y debajo, seis rayitas.

Nadie vio cuando la sacaron de allí... Pero no es difícil imaginar que iría erguida, hermosa, mordiéndose sus labios de niña, con su mirada alerta de cervatillo.


Pamela Jiles es periodista de Televisión Nacional de Chile, estudió en la Universidad Católica y comenzó su carrera en las revistas Solidaridad, Apsi y Análisis.


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