Morir es la noticia
Morir es la noticia

"La dictadura mató a periodistas, pero no al periodismo"

por Guillermo Torres Gaona y Virginia Vidal(*)

¿Qué pasó con los periodistas que no murieron y que tampoco salieron al exilio?

La mayoría estuvo en prisión. Guillermo Torres Gaona vivió el sufrimiento en las prisiones del Estadio Chile, Nacional, Chacabuco, Puchuncaví y Tres Alamos, pero tiene dificultades para escribir sus experiencias.

«Lo entendí mejor--dijo-- cuando entrevisté a Raquel Hadara, especialista en consecuencias psicológicas de los campos de exterminio, profesora de la Universidad Hebrea de Jerusalén. Ella me contó que sus colegas sobrevivientes de esos campos, y sus hijos, nunca habían podido enfocar su propio problema. Por eso, pasaron muchos años, antes que los judíos hablaran del holocausto».

Si Guillermo Torres tiene dificultades para escribir el relato, no las tiene para narrarlo de viva voz. Grabadora en mano, Virginia Vidal recogió su valioso testimonio. Comenzó recordando a numerosos colegas ya desaparecidos, como Enrique Cornejo, «Penike»; el irreverente, culto y audaz Fernando Rivas Sánchez y a Alfonso Alcalde.

Testimonio de Guillermo Torres Gaona

«Nací en 1948, en Santiago, y entré a la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile en 1966; ese mismo año, ingresé al diario El Siglo.

Fue cuando empezaron los «guardias rojos»: Claudio Aguirre, Gustavo González, Guillermo Montecinos, Alcides Jofré, todos de la Escuela de Periodismo. Estuve en diversos frentes; en el sector policial me empeñé en darle interpretación social a cada noticia. Luego fundé la sección «Testigos de la historia»: revisión de los sucesos y rescate de la memoria sobre la base de entrevistas a viejos dirigentes sindicales y políticos que vivieron persecuciones, prisiones, torturas y represión en épocas que parecían para siempre superadas.

«Para 1975, estaba preparando programas de radio y televisión, con motivo de la convocatoria a congreso del Partido Comunista. Además era redactor y locutor de los noticieros de medianoche de la radio de la Universidad Técnica del Estado; aquí me encontraba para el 11 de septiembre. Después de estar en varios campos de concentración, fui expulsado del país. Retorné del exilio en 1984, en cuanto me quitaron la «L» del pasaporte. Me dediqué a la labor gremial.

Encuentro con Víctor Jara

En 1985, el Colegio de Periodistas fue la primera organización social que efectuaba elecciones democráticas de sus dirigentes después del golpe y fui elegido como secretario general. Con María Olivia Monckeberg, tesorera, e Ignacio González Camus, presidente, nos tocó cumplir el trágico deber de identificar el cuerpo del asesinado colega José Carrasco. Pero llegado el momento, sólo Ignacio González, como presidente del Colegio, pudo ingresar y verlo...

«Cuando nos tomaron presos en la casa central de la Universidad Técnica del Estado CUTE), nos trasladaron a todos a la Escuela de Artes y Oficios. Allí mataron a Hugo Araya, «el Salvaje», que trabajaba en el canal de TV en formación. Luego, nos llevaron al Estadio Chile. El día 15 hablé con Víctor Jara. Tenía un ojo en tinta. El 14 nos llamaron a todos los trabajadores de la UTE y nos pusieron en fila en los pasillos. Allí, un milico identificó a Víctor, lo sacó y ordenó llevárselo. A los demás, nos trasladaron al Estadio Nacional.

«Ahora puedo percibir a cabalidad que los periodistas, desde que caímos presos, empezamos a trabajar. En el Estadio Nacional logramos establecer contacto con un jardinero en el baño y empezamos a dejar recados informativos detrás del silencioso: quiénes estábamos, en qué condiciones, qué ocurría adentro. Esto fue muy importante, pues la opinión pública y los familiares ignoraban el paradero de sus deudos y nadie sabía exactamente quiénes estaban en el Estadio. Pronto pudimos constatar que esta labor de comunicación se iba cumpliendo.

Periodistas en el Estadio Nacional

«Casi todos los periodistas que se encontraban en el estadio fueron sacados de sus mismos lugares de trabajo y muchos habían pasado primero por el Chile. Estaban Alberto Gamboa*, «el Gato», director de Clarín, muy torturado; Héctor Rogers, dibujante de La Nación, muy flaco, con su

eterna corbata de humita, hombre mayor, frágil, muy enfermo a consecuencia de los brutales golpes (ya fallecido); Francisco Javier Neira, del Ministerio del Trabajo (ya fallecido); Mario Céspedes*, historiador y profesor de la Escuela de Periodismo; Franklin Quevedo*, director de la radio de la UTE; Sergio Gutiérrez Patri; Ibar Aybar*; Oscar Waiss, de La Nación; Rolando Carrasco*, director de la Radio Recabarren; Jaime Castillo*, de la misma radio; Manuel Cabieses*, director de Punto Final, quien apareció en el primer bando de los buscados y fue detenido en la calle junto a José Carrasco, pero a éste lo dejaron libre, por no figurar en el bando; Ricardo Rojas, de Aquí Está, revista de corte policial; Ramiro Sepúlveda, de la radio Magallanes; Rodrigo Rojas, de La Moneda; Víctor Albornoz, Carlos Munizaga, Luis Henríquez*, Federico Quilodrán*; Carlos Naudón de la Sotta*, comentarista internacional de TV Nacional y de la revista Mensaje (ya fallecido), quien, en otra forma de seguir ejerciendo el oficio, nos daba charlas sobre la situación internacional en los camarines del estadio: recuerdo una sobre el conflicto palestino.

«El 11 de noviembre, no a todos, pues algunos salieron o fueron prisioneros a otros lugares, nos llevaron en diversos grupos --en barco desde Valparaíso o en avión-- a la oficina Chacabuco, uno de la docena de campos de concentración instalados por la junta. Aquí se amplió el núcleo

de periodistas. Recuerdo a Virgilio Figueroa, a Patricio Cleary, de Valparaíso, a Claudio Salas, a Ricardo Torres, de Concepción, y a los estudiantes de periodismo Héctor Candía y Patricio Salinas, de Concepción. Pero no todos estuvimos todo el tiempo; algunos fueron sacados antes. Los llevaron a otras prisiones, quedaron libres o salieron del país.

Comienza el trabajo periodístico

«Una vez en Chacabuco, antes que nada y a instancias de los milicos, se constituyó el Consejo de Ancianos con un jefe designado en cada pabellón, para asignar tareas y órdenes. Al doctor Mariano Requena, acaso por su prestancia, lo nombraron los propios militares. Lo primero que hicimos los periodistas, al cuarto o quinto día, fue un programa periodístico «radial», elaborado según el formato de la época. Fue una manera de asegurar la sobrevivencia, pues se emitía a la hora del rancho, con dos locutores, dando información para organizamos, aun en los pequeños detalles, desde entregar los pocillos limpios a reiterar que el toque de queda se iniciaba a las diez de la noche. Poco a poco, el programa se fue ampliando a asuntos de nuestra iniciativa, no impuestos por los milicos. Cuando pasó el período de organización interna, propia, pasamos a otra etapa: el periodismo mural.

«Chacabuco'73"

«La primera expresión de este periodismo mural fue autorizado por las autoridades del campo de concentración. Como ejercían la censura, pensarían que ese mural sólo iba a favorecer sus intereses. Iniciamos no un diario, sino el Semanario Mural «Chacabuco '73", estructurándolo de manera tan democrática que todos fuimos sus directores alguna vez. El primero fue Franklin Quevedo. Por derecho propio, cada director de turno integraba el Consejo de Ancianos. Se hizo un periodismo notable, con fino lenguaje para sortear la censura y gran capacidad creadora para decirlo todo...

«A esa oficina salitrera abandonada, en pleno desierto (fue declarada monumento nacional durante el gobierno de Salvador Allende), a mil quinientos kilómetros de Santiago y a más de cien de Antofagasta, llegaron los hombres y llegó la vida. También las moscas. Realmente, nos abríamos paso a través de alfombras voladoras de moscas cuando cruzábamos un corredor.

El «Lago Caca-Caca»

Sin alcantarillado, todas las aguas servidas corrían y desembocaban en una laguna que fue bautizada como el Lago Caca-Caca; a cien metros de las fronteras del campo con alambradas electrificadas de cuatro corridas, y más allá, todo minado.

«Ibar Aybar escribió una admirable crónica semi-irónica, de tremenda finura, pues todo pasaba por los censores. El Gato Gamboa inventó al 'Profesor Caliche' para el consultorio sentimental, versión chacabucana del Profesor Jeán de Frémisse. Lo censuraron porque habló de 'melones calameños' y en la expresión creyeron advertir una connotación escatológica.

«Sin embargo, no fue censurada la famosa editorial, sin título ni nombre de autor, del 11 de septiembre de 1974, que no era sino el 'Cuando de Chile', de Neruda, donde se decía todo. Esto ocurrió uno de los últimos días, de los trescientos sesenta y uno que pasé en Chacabuco, casi hasta el final, pues tuvieron la linda ocurrencia de irnos sacando por orden alfabético...

El periodismo no muere

«En ningún momento sentimos que estábamos acabados como periodistas. Más bien fue el ejercicio pleno de la profesión. La dictadura mató a periodistas, pero no al periodismo, siempre presente. Muchas veces recordé en aquellos días al profesor Abelardo Clariana, cuando nos hablaba de los diarios que hacía durante la guerra civil española (¡pensar que se trata de un suceso de hace sesenta años!); fueron de las mejores clases de la Escuela de Periodismo. Clariana se me aparecía en Chacabuco; me sirvió mucho el sentido profesional que nos inculcó.

«Chacabuco reunía además a muy buenos periodistas, con gran experiencia, de modo que todos nos íbamos enriqueciendo día tras día. Además, como periodistas participamos en muchas otras iniciativas. Todos los domingos se ponía en escena un famoso show, que era una comedia musical con escenografía muy específica. Por templo, para el mundial de fútbol de 1974, se construyó un avión del que descendió el equipo. Otra vez fue un circo: los artistas vendían dibujos con los retratos de los payasos. Los viernes había 'avant premiére' para los que ejercían la censura. La entrada era un clavo o una tabla, materiales que servirían para futuras escenografías.

Literas para 8.000 prisioneros

«Todo esto y cuanto ocurría en el campo se reflejaba en nuestro semanario. Una vez, los periodistas revisamos todo el campo e inventariamos cuanto veíamos. Entonces, descubrimos que había literas para ocho mil personas, lo que da una idea de los planes de la junta militar para encerrar en ese gigantesco campo a millares de personas. Sin embargo, ahí nunca hubo más de dos mil quinientos presos, así que las literas y otros materiales los fuimos transformando en elementos para otros shows.

«También participamos como jurados o como concursantes en los diversos festivales. El primero fue de la poesía y la canción. Lo ganó Hugo Salvatierra, hombre de gran sabiduría, con 'Los Cuatro Elefantes; que Inexplicablemente no sufrió la censura. Yo también compuse canciones para niños y gané un festival con *El elefante sin orejas; interpretada por un joven de apellido Canto y Julio Vega País, cuya música fue transcrita por el abogado Santiago Cavieres. Nuestro colega titulado posteriormente en la USACH, y entonces estudiante secundario. Jorge Montealegre, Premio Municipal de Literatura, nació como poeta en Chacabuco, donde ganó un premio de poesía...

«Cada creación era un alarde de picardía y crítica. Su eficacia lograba eludir la censura. En un show se montó un "Far West» con puertas batientes, bar, pistolas y un altillo atendido por la prostituta *Lucy, la Trepadora: Se abrieron penas folklóricas, se fundó la asociación de deportes, se organizó el grupo de astrónomos aficionados, la universidad popular con cursos muy diversos.

«Entre Luis Alberto Corvalán y yo hicimos, sin herramientas, con manos y corazón, una pista para correr y un foso de saltos. Se armó el Barrio Cívico, con hospital, médicos, correo y la casa que fue la redacción de Chacabuco 73; todo atendido por los propios presos.

Periodismo sin «Underwood»

«Ni soñábamos con una máquina ' de escribir. Todo fue manuscrito. Cada crónica era una creación caligráfica, escrita con letra clara, muy legible, acorde con la diagramación, e ilustrada, donde no faltaron destacados artistas.

«Se realizaron entrevistas a personajes muy importantes como al pintor Patricio De la O, al doctor Enrique Jenkin Peralta, eminencia mundial en restauración de huesos; Alban Lataste, economista, presidente del Banco del Estado; el abogado Patricio Hurtado, el historiador Luis Vítale, el compositor y cantante Ángel Parra; Waldo Suárez, subsecretario de Educación...

Un recuerdo para el Colegio

«Percibimos que trascendía nuestra labor, porque no tardamos en damos cuenta que el campo de concentración de Chacabuco no era un secreto ni dentro ni fuera del país. Por la presión de familiares y colegas, fueron a visitarnos algunos miembros de la directiva del Colegio de Periodistas (impuesta por la junta), quienes se vieron obligados a ir y a llevamos ayuda solidaria y libros por acuerdo del Colegio, al que enviamos una tabla grabada con un vista panorámica de Chacabuco, desde el pabellón 75 hacia el Lago Caca-Caca, con los nombres grabados de quienes estábamos allí en ese momento. Esa madera grabada puede verse en la sala del Consejo Nacional, en el quinto piso(+).

«Logramos que fueran un periodista y un reportero gráfico de El Mercurio de Antofagasta, diario que publicó una crónica sobre nuestra vida. Las visitas de los familiares tardaron, casi fueron imposibles en Chacabuco, porque sólo el viaje significaba un gasto tremendo.

La "Misa"de Angel Parra

Ángel Parra compuso su "Misa" y asistió al estreno don Fernando Ariztía, obispo de Atacama y miembro del Comité de Cooperación para la Paz, organismo ecuménico, fundado a principios de octubre de 1973.

«Nos fue a ver el cardenal Raúl Silva Henríquez, quien también nos había visitado en el Estadio Nacional Llegó poco después del suicidio de Osear González Vega, de setenta y tres años; lo habían tomado preso en Copiapó. Este hombre buscó la calle, el pabellón y la casa precisa donde vivió cuando en su lejana juventud lo engancharon para ir a trabajar a Chacabuco (esta oficina cerró definitivamente en 1958), y ahí se mató.

«Silva Henríquez bendijo la placa en memoria de González Vega y también en esa ceremonia se cantó parte de la Misa de Ángel. Veo en el coro al abogado Antonio González, al doctor Manuel Ipinza, a Julio Vega Pais, a Héctor Cereceda, primo de Ángel Parra. Y a Marcelo Concha Bascuñan, ingeniero agrónomo, y a Francisco Aedo, Premio Nacional de Arquitectura; estos dos últimos, después de salir del campo de concentración, fueron secuestrados y pasaron a integrar la lista de detenidos desaparecidos.

Llegan los alemanes

La noticia de mayor repercusión nacida en Chacabuco se logró por injerencia directa de los periodistas. Nunca nos imaginamos el significado que tendría ese llamado urgente al Consejo de Ancianos para anunciarles que al otro día todos los presos debíamos estar limpios y formaditos, porque venia a filmarnos Euro visión. En cuanto terminaron de informamos esto, nos reunimos y se armó una larga y acalorada discusión con posiciones muy contrapuestas. Unos opinaban que se iba a montar una trampa para encausamos después por cuantas declaraciones salieran de nuestra boca. Pero la mayoría de los periodistas coincidimos en que este acontecimiento podía ser un aporte y una denuncia que repercutiría, pues nadie iba a venir a filmar por gusto un campo de concentración. Venció esta posición y la llevamos al Consejo.

Chacabuco en Leipzig

«Cuando se realizó la filmación, todos los periodistas en la Redacción no vacilamos en declarar, en mostrar nuestros trabajos, en decirlo todo... Pasó el tiempo y, un día, escuchando Radio Moscú con el corazón en la boca, oímos la voz inconfundible de José Miguel Varas: ¡se había presentado en el Festival de Leipzig un documental filmado en Chacabuco! No se trataba de Eurovisión sino de la televisión de la República Democrática Alemana que, burlando a la dictadura, había obtenido autorización. Después sabríamos que tenían permiso para filmar sin prisioneros, pero los colegas alemanes Haynwsky y Sheumann lograron tapar esta advertencia en el documento y entraron sin cortapisas.

«Con lo filmado, también sacaron un libro que se presentó como documento acusatorio en el Tribunal Internacional para calificar los crímenes de la junta militar... Nos volvimos locos de alegría. Se armó un jolgorio al comprobar que, como podíamos, desde allí estábamos cumpliendo con nuestro compromiso de informar y denunciar cuanto ocurría...

Experiencias en otros campos

«De Chacabuco nos sacaron a Ritoque o a Puchuncaví. Caí a éste, a cargo de la Marina. Ya había visitas más frecuentes. Entonces, con otros colegas, hicimos un diario mural únicamente con recortes de El Mercurio. Era una edición periodística muy dirigida que renovábamos cada tres días, donde se informaba de todos los actos de solidaridad con Chile en el exterior. Después, ni irnos a dar a Tres Alamos, en condiciones mucho más estrictas. Allí, desde la misma fila de visitantes, la madre y el cuñado del actor Osear Castro, María Julieta Ramírez y Juan Rodrigo Mac Lead Trener, desaparecieron para siempre... La hermana del actor, María Antonieta, también estaba presa.

«Entonces, ocupábamos todo el tiempo posible en redactar crónicas de lo que pasaba en el interior del campo, escritas en muy estrechos torpedos que después pasábamos a nuestras visitas. Antes de siete días, tiempo récord para una época en que no había fax ni correo electrónico, los torpedos salían por radio Moscú, cuyo principal auditor era Conrado Pacheco, capitán de Carabineros, director del campo de Tres Alamos. Cada vez que salíamos en la radio, nos castigaba. Cuando sacaron a las mujeres presas del fondo y no sabíamos para dónde se las llevaban, y salió la información, Conrado Pacheco llegó al paroxismo. Nos reunió en formación y nos cubrió de insultos hasta acabar gritando: "Sepan, conchas de sus madres, que sí esta situación se da vuelta, primero los mato a todos y luego me suicido*...

«Nunca abandonamos la profesión»

El 75, llegó Pepe Carrasco al Pabellón Cuatro. Logramos hacer un partido de fútbol inter-pabellones;

entonces logré hablar con él y pudimos departir un rato. Luego fue expulsado a Venezuela y, poco después, yo fui expulsado a la RDA, el 10 de septiembre de 1975. Allá, en la ciudad de Magdeburgo, hubo un caso sobrecogedor: el exiliado Jorge Olivares se suicidó a lo bonzo ante la casa de su novia. Hubo muchos suicidas en el exilio, como el doctor Edmundo Salinas, diputado de Temuco, el abogado Eduardo Garfias, en fin...

«La dictadura no logró aniquilar la iniciativa periodística. Luego de hacer tanto esfuerzo para recuperar la memoria, compruebo que los periodistas siempre estuvimos comprometidos con la profesión; aún en las condiciones más terribles, nunca la abandonamos.

«Ahora que recuerdo, en Tres Alamos también dimos el Curso de Periodismo Popular, para formar corresponsales de poblaciones, poniendo énfasis en qué es la noticia. A la población donde se vaya, se encuentran periódicos, boletines, revistas. Esto surgió de modo alternativo durante la dictadura. Esta cultura de la comunicación tomó senda importante con las radios populares, desgraciadamente, eliminadas por ley. Una semilla muy fecunda germinó en el tiempo de la dictadura. Hoy existe una cultura de la comunicación popular».

" Esta historia de prisión y tortura no fue exclusiva de los hombres. Hubo muchas compañeras que pasaron por esta terrible experiencia, entre ellas Gladys Díaz, Marcia Scantlebury, Olivia Mora y Fireley Elgueta".

Fotografias de campos de concentración

Notas
(*) Los periodistas señalados con asterisco fueron trasladados a Chacabuco.
(•) Podía verse; desapareció misteriosamente en los últimos años. (N. del E.)


Guillermo Torres es periodista de La Nación y dirigente nacional del Colegio. Virginia Vidal es periodista y escritora.

Editado electrónicamente por el Equipo Nizkor- Derechos Human Rights el 09nov01