Luis E. Alaniz
Morir es la noticia

Luis Eduardo Alaniz:
"Cuando al alba nos quiten la vida..."


por Sonia Leyton
Nombre
Luis Eduardo Alaniz Alvarez
Lugar y fecha de nacimiento
Chuquicamata, 9 de diciembre 1949
Especialidad
Estudiante de tercer año de periodismo de la Universidad del Norte.
Lugar y fecha de muerte
Antofagasta, 19 de octubre de 1975. Fusilado sin juicio, en nombre de la "honorable Junta de Gobierno "Junto a otras 13 personas.
Actividades
Dirigente de la federación de estudiantes de Antofagasta, militante socialista, aficionado al fútbol y a la música.
Situación judicial (1996)
Causa del Juzgado Militar de Antofagasta, Rol 516-88, sobreseída por amnistía el 1412/1988.


El estudiante de periodismo de la Universidad del Norte Luis Eduardo Alaniz fue fusilado en la Quebrada del Wayde Antofagasta, cuando la comitiva del general Sergio Arellano Stark llegó a la región, al amanecer del día 19 de octubre de 1975.

Refugio en Arica

Luis E. Alaniz

Según el informe de la Comisión de Verdad y Reconciliación, al producirse el golpe, el joven buscó refugio en Arica, en casa de los padres de su amigo Jaime Cossio, pero fue requerido por bando para presentarse ante la autoridad militar de Antofagasta. A fines de septiembre, ambos amigos decidieron entregarse y fueron destinados a la cárcel. Alaniz, que era militante socialista, fue acusado de "posesión de armas y explosivos".

("Ya no hay dolor... las heridas no me duelen, más aún si recuerdo que no hablé, que no dije nada, porque nada tiene que ver mi madre, mis hermanos, mí familia, mis amigos, mis compañeros, ni siquiera yo.

Me alzan como a un bulto, me llevan en brazos porque no puedo caminar y ellos tienen prisa. Siento frío, escucho sollozos..., somos catorce.

Alguien me estrecha la mano..., también tiembla en la oscuridad que pronto terminará. Seremos catorce los que quedaremos en el desierto, cuando nos quiten la vida..., esa corta vida que hoy se me va").

Al despuntar el alba del 19 de octubre, el joven que nunca llegaría a ser un periodista fue sacado de su celda junto a trece prisioneros que también cayeron bajo las ráfagas de metralleta, en otro hecho sangriento amparado en la impunidad.

(."Permanecía sentado sobre aquel muro mientras con mi boca y la pequeña peineta unida al papel entonaba "salta, salta pequeña langosta", ésa que cantábamos con nuestros compañeros. Esperaba en aquella cancha deportiva que se me uniera el grupo de Jugadores que había prometido la "pichanga" de esa mañana tibia.

Mi pelo era de color miel y cuando este sol nortino decidía acariciarme la cabeza, las chiquillas me decían que parecía rubio. Esto soñaba semidespíerto cuando los escuché acercarse, con el ruido de sus botas que al caminar daban golpes secos. Me temblaban las manos, mi sudor era helado. Está oscuro y yo en el camastro estoy hinchado y mis ojos casi no ven").

Los catorce elegidos para morir se encontraban en condiciones extremas a causa de la tortura previa:

Luis Eduardo Alaniz Alvarez, Mario Arquero Silva, Alexis Valenzuela Flores, José García Berríos, Washington Muñoz Donoso, Norton Flores Antivilo, Dinator Avila Rocco, Danilo Moreno Acevedo, Nelson Cuello Alvarez, Darío Godoy Mancilla, Marcos de la Vega Rivera, Miguel Manríquez Díaz, Mario Silva Iriarte y Eugenio Ruiz Tagle.

La muerte truncó sueños juveniles

Los años no pasan en vano y el olvido salpica al tiempo. No obstante, quienes recuerdan aún a Luis lo describen como un muchacho de carácter tranquilo. Le gustaba la música y se divertía sacándole notas a su peineta con papel por los pasillos de la Universidad Católica del Norte cuando estudiaba periodismo, carrera que sólo cursó hasta segundo año. Ingresó en 1971, después de incursionar en enfermería de la Universidad de Antofagasta.

"Aunque nos inclinábamos para que continuara su primera elección, nuestro pequeño soñaba con ser periodista. Era tranquilo y reservado, pudo haber tenido una opción política, pero esto lo supimos cuando nos entregaron su cadáver acribillado". Estas palabras del anciano tío Jorge surgen mientras contempla el único retrato de Luis adolescente, posando para el fotógrafo con sus manos en la cintura en la plaza de Arica, durante un viaje con los tíos.

Con 24 años de edad, Luis Alaniz fue el más joven de los catorce fusilados en Antofagasta por la "caravana de la muerte". La información oficial a la prensa se dio por pequeños grupos de muertos; así, la noticia de la muerte de Luis apareció en El Mercurio de Antofagasta del 24 de octubre de 1975, con un titular muy común en la época:

«Fusilan a 3 extremistas»

Un comunicado de relaciones públicas de la jefatura de la zona en estado de sitio informaba: "Por resolución de la honorable Junta de Gobierno, el día 80 en la madrugada se procedió al fusilamiento de tres personas: Luis Eduardo Alaniz Alvarez, Danilo Alberto Acevedo y Nelson Guillermo Cuello Alvarez, comprometidos en el activismo político y conspiración terrorista".

Socialista de corazón

Realmente, no tenía remedio para el mal que le encontraron sus captores. Desde adolescente se interesó por las desigualdades sociales, la brecha entre pobres y ricos, la concentración de la riqueza, la solidaridad con los desposeídos, entre otros ideales, que lo llevaron a integrarse al partido Socialista y a pertenecer a la brigada universitaria de su colectividad.

En su trayectoria como líder fue jefe de núcleo de la juventud Socialista. Luego, en una asamblea de Periodismo, lo eligieron presidente del centro de alumnos y llegó a ser dirigente de la Federación de Estudiantes. Llegó a ser un miembro de confianza del partido. El 11 de septiembre de 1975 lo sorprendió en Arica. Su nombre surgió en el interrogatorio a un torturado. Se ordenó su inmediata detención que se produjo en Chacalluta. Ingresó a la cárcel de Antofagasta en los primeros días de octubre.

"Las torturas no pudieron con él. No hablaba, llegaba muy mal como todos nosotros; pero ni siquiera le sacaron un nombre. Muchos de los fusilados Junto a Luis se habían convertido en "estropajos" humanos. La muerte fue un descanso", dijo un compañero de prisión.

"Lo recuerdo porque era quitado de bulla, buen mozo, medía un metro 75, tenía tez blanca, pelo castaño semí liso y ojos claros. Lo miraba siempre, creo que una vez estuve enamorada de él. Muchas veces me sonrió y sacó la famosa peineta para tocarme alguna canción de esa época. Su muerte y la de muchos chilenos me convirtieron en una activa opositora a la dictadura militar", relató Viviana, una compañera de la Universidad.

La última oración

El padre José Donoso se ofreció como capellán de la cárcel ante los acontecimientos que se suscitaban. Sintió que debía estar junto a esos hombres que rezaron y escucharon con atención lo que sería la última oración de un pastor de la Iglesia Católica. En los primeros días de libre plática Luis estaba entre el semicírculo de hombres que rodeaba al sacerdote para escuchar sus palabras sobre la fe.

"Les leí la escritura de los primeros cristianos, la vida de los apóstoles. Conocí a Alaniz: era rubíecito y delgado ", dijo el religioso. "Confiaban como yo en que no sucedería nada; así se los decía también su conciencia, aunque muchos llegaban muy torturados", contó Donoso. "En una de las pocas oportunidades que tuve de rezar junto a ellos, casi al final de nuestra oración alguien me dijo: Padre, yo no soy católico; pero con esta fe que usted nos habla, yo me convierto".

Hasta el 19 de octubre los prisioneros tenían prohibición de salir de sus celdas. El número aumentaba constantemente con los que llegaban de otros centros, siempre en estado calamitoso por las torturas.

"Frente a mi ausencia obligada, un legado invita a vivir". El Memorial levantado veinte y dos años después con los nombres de los caídos durante la dictadura militar mira de frente al visitante en la entrada del cementerio general de Antofagasta. A lo lejos, un muchacho entona una canción con una peineta y papel.


Sonia Leyton es profesora de la Universidad Católica del Norte, presta asesorías de prensa a instituciones de Antofagasta y es dirigenta regional del Colegio de Periodistas. Corresponsal de radio Cooperativa, del diario La Época y colaboradora de Punto Final. Se desempeñó como profesora de castellano en Alemania (1988/1991).

Editado electrónicamente por el Equipo Nizkor- Derechos Human Rights el 09nov01