El 11 de septiembre en La Moneda
¿ACASO LA MUERTE TIENE DOS NOMBRES?
Dos suicidios

El Informe de la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación en su acápite a. 2) titulado "Casos de graves violaciones a los derechos humanos ocurridos en la Región Metropolitana" escribe:

"A continuación se exponen en orden cronológico todos los casos en que la Comisión se formó convicción de que constituían violaciones a los derechos humanos y que tuvieron como resultado la muerte o desaparición de la víctima, ocurrido en el conjunto de la Región a partir del 11 de septiembre de 1973 y hasta fines de diciembre del mismo año...".

El 11 de septiembre de 1973, en la mañana, se iniciaron las acciones directas de los efectivos de las Fuerzas Armadas en contra del Palacio de La Moneda, lugar en que se encontraba el Presidente de la República Salvador Allende, acompañado de un grupo de sus colaboradores directos y de miembros de su Dispositivo de Seguridad, conocido como GAP.

Alrededor de las trece horas, una vez que ya se había producido el bombardeo del Palacio de Gobierno, el Presidente Allende solícita a Osvaldo Puccio, Fernando Flores, Ministro Secretario General de Gobierno, y Daniel Vergara, Subsecretario del Interior, que concurran al Ministerio de Defensa con el fin de sostener una reunión con los Generales que allí se encontraban.

Cuando el Presidente es informado que el único acuerdo posible es la rendición incondicional, solicita salir del Palacio al último grupo que allí queda. Un testigo presente en la ocasión señaló: "Como a las dos de la tarde Salvador Allende dijo que esto era una masacre, que nos rindiéramos, que bajáramos con una bandera blanca, en fila india sin nada en los bolsillos. Los militares ya habían entrado al primer piso".

A las trece cuarenta y cinco horas, al momento de salir este último grupo de personas por la puerta de calle Morando, entraron por los diferentes accesos del Palacio, las tropas militares compuestas por efectivos de los Regimientos Tacna, Buin y una unidad de reserva.

Antes de analizar este tema, recordemos lo que en la parte B) titulado "Conceptos" el Informe de la Cornisón Nacional de Verdad y Reconciliación, tipifica a las víctimas de violaciones de derechos humanos:

Sobre estos dos últimos puntos a lo largo de este trabajo hacemos numerosos comentarios de orden crítico. Lo que interesa recalcar ahora es el último concepto de esta tipificación:

"La Comisión también ha considerado como víctimas de violaciones de derechos humanos a quienes se han quitado la vida por su propia mano, si las circunstancias en que ello sucedió permiten juzgar, en consciencia, que el suicida fue llevado a la desesperación o impelido a tomar esa determinación por torturas físicas o psíquicas, por las condiciones de su encierro o por otra situación de responsabilidad del estado que en sí misma fuese violatoria de los derechos humanos. Al tomar esta posición, la Comisión no se pronuncia sobre la justificación ética del suicidio mismo, sino sobre la ilicitud de las causas que lo hacen explicable".

Es por ello, y mucho más, que nos ha llamado fuertemente la atención que de los dos suicidios ocurridos esa mañana en La Moneda, uno haya sido catalogado como víctima, y el otro, no. Veamos por qué.

Una vez más, el Informe de la Comisión pone lo que aconteció primero, al final. En efecto, la primera víctima de este drama fue Augusto Olivares y no el presidente Salvador Allende.

"Antes de la muerte del Presidente Allende y previo a que salieran del Palacio de La Moneda el Ministro Flores y sus dos acompañantes, se produjo el suicidio de Augusto Olivares Becerra, periodista, militante del Partido Socialista, Director de Prensa del Canal Nacional de Televisión y asesor del Presidente Allende. Se encontraba en el primer piso del edificio, junto a algunos civiles. De acuerdo a los antecedentes reunidos por la Comisión, es posible establecer que se retiró a un cuarto de baño ubicado bajo una escalera, pudiendo escucharse el disparo. La bala penetró por la sien, quedando en estado agónico. Uno de los doctores que se encontraban al interior del Palacio, relató a esta Comisión el momento en que puso la cabeza sobre sus piernas, constatando momentos después su fallecimiento.

La situación de acoso a La Moneda en que Augusto Olivares se quita la vida llevan a la Comisión a considerarlo una víctima de la situación de violencia política."

En su libro "El último día de Salvador Allende", del doctor O. Soto, describe así a este profesional, "Tenía cuarenta y tres años en el momento de su muerte. Perdida toda esperanza, se quitó la vida, pocos momentos antes que la Fuerza Aérea bombardeara el Palacio. Era un periodista de categoría. Serio, tenaz, culto. En su juventud vivió en París, donde aprendió francés, que le servía para ser un lector cotidiano de Le Monde o de la Revista Le Nouvel Observateur. Con frecuencia llevaba esta publicación semidoblada en los bolsillos de su chaqueta...Amigo de Allende, mantenía con éste gran confianza y respeto mutuo, que se percibía en el trato tierno y afectuoso que se profesaban".

"El Presidente muy afectado pidió un minuto de silencio en su homenaje".

Recordando a Augusto Olivares, Víctor Pey, comenta, "Fue el más asiduo asesor político del Presidente Allende, además de desempeñar el cargo de Director de Prensa del Canal Nacional de Televisión. Visto con ojos de actualidad, correspondería ponderar lo alejado de ambiciones materiales, políticas o sociales, de toda índole en que se situaba, colocándose en las antípodas de aquellos que la renovación ha develado, a la postre, como codiciosos de los privilegios que dicen combatir. Con aguda intuición. Augusto Olivares percibió las trágicas consecuencias que implicaría para el pueblo de Chile la instauración de una dictadura militar que vislumbraba con nitidez de índole y catadura netamente fascista".

En esos años ya, él había estudiado y hacía una denuncia constante de la intervención de la Agencia de Inteligencia de Estados Unidos, CIA, en el país. Sabía como esta agencia había participado desde antes de la elección de Allende para llevar al país al caos. Lo sabía desde mucho antes que la Comisión Church del Senado norteamericano hiciera luz sobre la magnitud de esta intervención.

De modo, que no es sólo la situación de acoso a La Moneda, como lo dice la Comisión lo que llevó a Augusto Olivares a quitarse la vida. Además, "su fina intuición lo hacía presentir que los militares no tendrían ni el más mínimo reparo en bombardear La Moneda" y más tarde, tampoco se detendrían para destruir, torturar y matar.

"Fue como un anuncio de lo que vendría, quiso advertir a sus compañeros la magnitud de la tragedia que se avecinaba. De una extrema sensibilidad, no habría tolerado la violencia, la agresión y sobre todo la degradación. Ante ese futuro, eligió morir. De ningún modo, fue un acto de cobardía, de miedo o de desesperación, como lo indica el Informe. Muy por el contrario, fue un mensaje de amor hacia nosotros", han recordado varios de los sobrevivientes de La Moneda.

Analicemos ahora lo que la Comisión dice, del suicidio de Salvador Allende.

Según la versión de diferentes testigos, el General a cargo de la operación ingresó a La Moneda, subió hasta el Salón Independencia y allí encontró el cuerpo sin vida del Presidente Salvador Allende Gossens. A su lado, estaba el doctor Patricio Guijón, quien testimonia que, aproximadamente a las catorce horas, estando en el último lugar de la fila para hacer abandono del edificio, decidió devolverse con el objeto de sacar una máscara antigases. Al pasar frente al Salón Independencia y mirar hacia el interior pudo observar al Presidente con un fusil automático en sus manos; en ese momento su cuerpo recibía el impacto de las balas.

Con lo expuesto, la Comisión ha debido establecer que el Presidente Salvador Allende se quitó la vida.

Así fue. Numerosas personas que en ese momento empezaban a descender la escalera, fueron testigos del suicidio de Allende. Sin embargo, el doctor Patricio Guijón se devolvió, "se queda atónito. Allende se ha disparado con su metralleta, que todavía está entre sus piernas. Tiene el cráneo destrozado y yace semiinclinado a la derecha. Guijón le retira la metralleta y la pone sobre las piernas del cadáver" (1). Luego acerca una silla y se sienta junto a él, en silencio a esperar. "Era lo único que en ese momento podía hacer, quedarme a su lado acompañándolo", dirá más tarde, Patricio Guijón.

Durante años la izquierda chilena no ha sabido interpretar el gesto simbólico de Allende y le fue más fácil negar la posibilidad de su suicidio y constituirlo en la primera víctima de la dictadura militar. Esto, seguramente, porque el suicidio, en general, tiene una connotación negativa ligada a la concepción que de él tiene el discurso cristiano-occidental. No obstante, se olvida que en otras muchas culturas y concepciones de mundo, esto no es así. En muchos casos el suicidio es un acto de máximo valor y honor, al que acceden muy pocos hombres (2).

Sin duda, Allende cometió suicidio, acción definida por la psiquiatría como "un acto racional ejecutado en función de consideraciones morales, sociales, religiosas, filosóficas, personales o al contrario, puede ser un acto patológico".

El significado y trascendencia de este acto, postumo de Salvador Allende con su inmolación reflexiva, no precisa de especulaciones de índole alguna, sino de directas constataciones de lo que fue su vida y su propia muerte. Eligió la muerte de sí mismo, por sí mismo. Acto considerado por médicos y algunos filósofos, como un acto supremo de libertad humana "es el acto de matarse, de una manera, habitualmente consciente, tomando la muerte como un fin". A lo largo de la historia las personas han deseado siempre, tener el derecho a elegir su vida, como también su muerte. El derecho a morir con dignidad.

Fue especial sin duda, en la historia política de Chile y tal vez, porque ese acto siempre catalogado como anormal e históricamente condenado, se transformó en un acto ejemplar, de gran trascendencia ética, pues si la muerte ella misma, es un absurdo y es irrepresentable durante la vida. Allende planteándola como un futuro, le confirió un enorme significado.

No pretendemos hacer un estudio biográfico, ni un estudio de la personalidad de Salvador Allende, no es nuestro objetivo, como no lo fue tampoco al analizar los diálogos de la "Interferencia Secreta" hacerlo sobre la persona de Augusto Pinochet, sólo queremos señalar que ni en Allende ni en su familia, existían antecedentes de orden patológico o de trastornos de la personalidad, que expliquen sus suicidios.

Los especialistas dedicados a este tema hablan de factores que favorecen el suicidio dividiéndoles en dos grandes categorías:

a) los factores favorizadores, entre los cuales destacan: influencias físicas; influencias psicológicas, señalando en este rubro los antecedentes hereditarios a los cuales nos referiremos en seguida o las experiencias desgraciadas; las influencias sociales destacando especialmente, los sucesos políticos y b) los elementos psicopáticos, estado de desesperación ante una catástrofe, ante la traición, etc.

No cabe duda, que ni en Salvador Allende ni en su hija Beatriz, así como en su hermana Laura, que más tarde también se suicidaron, existen antecedentes patológicos. Muy por el contrario, el suicidio posterior de ellas dos, se debe y son producto del dolor moral que les provocó el golpe, la muerte, la persecución, las masacres ocurridas en Chile, así como, el exilio de ambas.

El doctor O. Soto escribió de Beatriz Allende lo siguiente:

"El pasado martes, en horas de la mañana, hallándose en su hogar en la ciudad de La Habana, se privó de la vida, con un arma de fuego, la compañera Beatriz Allende. A más de cuatro años del golpe fascista en Chile, Beatriz Allende es una nueva víctima. Las heridas psíquicas recibas el 11 de septiembre de 1973 y la tragedia de su pueblo, a partir de esa fecha, han sido las causas que la condujeron al suicidio".

Su hermana Laura Allende, diputada socialista por el segundo distrito de Santiago, se fue a "los cielos desde la terraza de un edificio cubano". Estaba enferma de cáncer, nada pudo detener el avance de ese mal. Le quedaba una sola esperanza, que la hacía permanecer con vida: morir en Chile. Ese derecho le fue reiteradamente negado. Ella misma escribió "Mi acto es un acto de rebeldía' (3). Augusto Pinochet rechazó personalmente su regresó a Chile, con una frase memorable "...esta mujer no entrará al país mientras yo viva...".

El relato de la Comisión sigue así, "La Comisión no ha juzgado pertinente ni posible intentar calificar la muerte del Presidente Allende con arreglo a los criterios que debió elaborar para el estudio de los demás casos. Al afirmar esto, no está la Comisión eludiendo su responsabilidad".

La Comisión al no considerar al Presidente Salvador Allende víctima de las violaciones a los derechos humanos cometidas por la dictadura, le está reconociendo una especial significación al acto de suicidio del Presidente. Pero, evita interpretarlo directamente, con el objeto de no dignificar su figura, lo que a su vez resaltaría más aún el acto de traición y cobardía de los golpista. Con ello, el Informe pretende ponerse nuevamente en un falso plano de objetividad.

Al tomar esta posición, la Comisión no se pronuncia sobre la justificación ética del suicidio mismo, sino sobre "la ilicitud de las causas que lo hacen explicable". Es evidente que desde estos criterios el caso Allende está excluido. A pesar que la Comisión podría haberse pronunciado respecto a la ilicitud del acto que lo hace explicable: el golpe militar. No lo hace. Porque, como se deduce de su análisis, la profunda crisis que vivía el país lo justificaba.

Pero más adelante, establece una diferencia especial. "Es cierto que el caso de Salvador Allende no es distinto, en un sentido muy hondo, de tantos otros que ha visto esta Comisión. Su vida como toda vida, es insustituible en su esencial individualidad. El dolor de sus familiares merece todo respeto".

Da el pésame y basta. Pero continúa "Sin embargo, es de toda evidencia que la investidura que detentaba, las circunstancias históricas de su deceso y las innegables connotaciones de su última determinación, confieren a su muerte una significación que escapa a las posibilidades y a los deberes que esta Comisión intenta elucidar". Este último le está confiriendo un claro reconocimiento al acto que lleva a la muerte del Presidente de La República, pero algo hace que el gesto de reparación mínimo que se le debe al Presidente se detenga, se silencie, se omita. Y se concluye con un curioso y críptico juicio: "Su caso es singular, sin duda alguna". ¿Qué significa esto? ¿Qué quiere decir? Todo y nada, que es único, que es particular, pero, ¿en qué y por qué?

El suicido de Allende aunque está directamente relacionado con la situación extrema vivida el 11 de septiembre de 1973, no es un acto de un hombre desesperado. Para comprender su significado hay que remitirse también a las últimas palabras que el Presidente le dirige al país.

En este sentido, representa la decisión consciente y libre de la máxima autoridad política del país, que no evade su responsabilidad sino que la asume con su vida. Por eso, se está frente a un acto político, no existencial, respecto al cual cabe indicar que Allende no se da muerte a sí mismo sino que mata su representatividad: al Presidente de la República.

La Comisión, según ella, no podía interpretar el significado del suicidio de Allende, y sin embargo, habían transcurrido diecisiete años desde su muerte hasta el momento en ella dio estas explicaciones. Pensamos que es un deber ante el país, poner en evidencia la intencionalidad de ese acto de suicidio, que a diferencia de otros, no fue sólo encontrar la muerte, sino, dejar un mensaje con la magnitud de su gesto. Un mensaje para la historia de Chile, para el mundo, con su inmolación.

¿No debía la Comisión, haber hecho al menos, un simple recuerdo, aunque fuera de sus últimas palabras, para entender el significado de esta pérdida histórica, para comprender la conducta de Allende frente al acoso y la destrucción? No lo hizo. Intentaremos brevemente reconstruir esos momentos y recordar nosotros.

Ya momentos antes del bombardeo de La Moneda, emite sentencias que señalan claramente, cuál es su intención, su decisión. Había contestado al Comandante Roberto Sánchez, edecán aéreo, quién hacía de intermediario del general Van Schowen que ofrece al Presidente un avión, de esta manera "Comandante, dígale al general Van Schowen, que el Presidente de Chile, no arranca en avión; que él sepa comportarse como soldado, que yo sabré cumplir como Presidente de la República".

La dignificación del cargo. Un Presidente de Chile no huye ni se esconde. En esta frase resalta, no sólo, su autoridad política, sino también, su enorme autoridad moral.

Horas más tarde, cuando desde un punto de vista militar, ha sido derrocado. Allende recibe la visita de sus edecanes, portadores de un mensaje de la Junta Militar, para que entregue el cargo y salve su vida. La respuesta de Allende es categórica y enérgica:

"Las Fuerzas Armadas han roto su tradición. No me rendiré, ni renunciaré. Quedan ustedes en libertad de acción, para reintegrarse a sus instituciones".

Lo dicho es una acusación de ruptura, de traición a la historia para los militares y una afirmación de sus valores. No hay vacilación, ni menos hay duda de lo que hará.

Finalmente, en su último discurso, dice "Seguramente esta sea la última oportunidad que pueda dirigirme a ustedes...Mis palabras no tienen amargura, sino decepción...". Al decir esto, esta resaltando ese sentimiento profundo que aparece frente a la mentira, frente al engaño, frente a conductas mal intencionadas o aún perversas del otro. Ese otro, en el cual había depositado toda su confianza, toda su credibilidad y que ahora, no sólo lo decepciona por el engaño, sino por lo indigno de su comportamiento.

"...Serán ellas el castigo moral para los que han traicionado el juramento que hicieran...". Su comportamiento de autodesignarse, de haber simulado ante él, amistad y más que ello, sumisión, de ahí las palabras que pronuncia, lentas, claras y ofensivamente: "general rastrero". Sus palabras son un castigo moral, no tiene otra forma de castigar y usa uno de sus dones más preciados, su capacidad de hablar, de trasmitir, de comunicar ideas y sentimientos.

"Ante estos hechos sólo me cabe decirles a los trabajadores: yo no voy a renunciar. Colocado en un trance histórico, pagaré con mi vida la lealtad del pueblo". Lo dice, lo proclama. Es un anuncio. Usará su vida, o más bien su muerte, como una ofrenda, para saldar el amor, el cariño, la lealtad de su pueblo. Pagar, no en el sentido de lo material, sino, en el dar, en el entregar, en el devolver al otro, todo lo que él le ha dado y casi, al final de su discurso, enumera a quién debe retribuir, con lo más preciado: su vida.

"Me dirijo sobre todo a la modesta mujer de nuestra tierra, a la campesina que creyó en nosotros, a la obrera que trabajó más, a la madre que supo de nuestra preocupación por los niños. Me dirijo a los profesionales de la patria, a los profesionales patriotas, a los que hace días estuvieron trabajando contra la sedición auspiciada por los Colegios Profesionales... Me dirijo a la juventud, a aquellos que cantaron, que entregaron su alegría y su espíritu de lucha. Me dirijo al hombre de Chile, al obrero, al campesino, al intelectual, a aquellos que serán perseguidos...".

Lo sabe, lo presiente y para salvarles a muchos la vida de la persecución y la muerte, obliga, suplica abandonar La Moneda, como lo hiciera con sus hijas y demás mujeres que lo acompañaban. Envía a parlamentar, parlamento que él sabía ya no tendría resultados posibles. Su suicidio sería más tarde, un mensaje.

Pues el objetivo del suicida, no es sólo enfrentar la situación vital, psicológica o social en que él se encuentra, sino transformar su acto, en un mensaje hacia el "otro". Un mensaje deliberado y consciente, que le muestre al tercero, su abandono, su falta de amor, y en este caso, más que nada, la traición.

"Estas son mis últimas palabras. Tengo la certeza, de que mi sacrificio no será en vano; tengo la certeza de que, por lo menos, será una lección moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición". Fue su mensaje final. Su suicidio cumpliría lo esperado por él, un llamado no sólo a los que lo habían traicionado y que no sólo deseaban terminar con él, sino también destruir, todo lo que lo representaba, lo que lo simbolizaba.

Su acto no sólo quiere decir, yo me mato, porque ustedes me han traicionado, sino que más allá de ellos, que difícilmente entenderán jamás su significado, deja con su acción una tarea, no sólo para los militares sino para todos los chilenos. "Y les digo que tengo la certeza que la semilla que entregáramos a la consciencia digna de miles y miles de chilenos, no podrá ser sesgada definitivamente".

Además, en sus últimas palabras, da una lección histórica de una enorme trascendencia política, que el tiempo revelará, como verdaderas e indiscutibles: "En este momento definitivo, el último, en que yo pueda dirigirme a ustedes; quiero que aprovechen la lección: el capital foráneo, el imperialismo unido a la reacción, creó el clima, para que las Fuerzas Armadas rompieran su tradición, la que les señalara Schneider y que reafirmara el Comandante Araya, víctima del mismo sector social, que hoy estará en sus casas, esperando reconquistar el poder, por mano ajena, para seguir defendiendo sus granjerias y sus privilegios". Fue así y sigue siendo así. El sintetizó en siete líneas el origen y el futuro.

Momentos antes había dicho "Tienen la fuerza, podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales, ni con el crimen, ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos", y luego advirtió, "El pueblo debe defenderse, pero no sacrificarse; el pueblo no debe dejarse arrasar ni acribillar, pero tampoco puede humillarse". No quería para su pueblo esa conducta, ese sometimiento, ni el ruego ni la humillación, conducta que él nunca tuvo. Muy por el contrario, trasmitió ese día varios mensajes, pero especialmente, el del orgullo de su vida y de su cargo.

El suicidio de Allende no tuvo, ni tendrá jamás, "la función de huida" que cumplen con ese acto muchos de los que ponen por ellos mismos, fin a su vida. Muy por el contrario. Habló y actuó para quedarse.

Deberá pasar mucho tiempo, sin duda, para valorizar, para analizar lo que sucedió, lo que se expresó en palabras y en actos, en uno y otro bando. Por eso, tal vez, la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación, en el último párrafo de este capítulo, es aún insuficiente, por decir lo menos: "El día y las circunstancias en que el Presidente Allende se quitó la vida marcan un extremo de la división de la sociedad chilena. Creemos ver signos de que esa división se va superando y esperamos contribuir, con este informe, a que se avance hacia el necesario reencuentro. Con este fin y, en conciencia, la Comisión se inclina con respeto ante el dolor de todos quienes sienten íntimamente la muerte del Presidente Allende y difiere un pronunciamiento sobre las circunstancias en que ésta se produjo y sobre su significado, a la propia sociedad chilena y a la historia". (4)


Notas:

1. "El último día de Salvador Allende". Oscar Soto. pp 92.

2. Encuesta de opinión realizada por la Escuela de Psicología Universidad Católica de Chile, mayo 2001 y publicada por el diario La Segunda, señaló que sobre:

Muerte de Allende:

Conclusión encuesta: a 29 años del golpe, Chile aún se encuentra dividido del mismo modo que lo estaba para el 73.

3. "El Chicho Allende". Carlos Jorquera. Ediciones BAT, 1990.

4. En el libro "Chile: La conjura. Los mil y un día del golpe". Mónica González. Ediciones B, Grupo Z. Santiago 2000, se señala que: "todas y cada una de las medidas que se tomaron reflejan una atmósfera de terror irracional por parte de las más altas autoridades golpistas ante la figura del Presidente. Necesitaban eliminar el símbolo Allende, quizás tanto, como la máxima imagen que les representaba la culpa ante la traición".

El almirante Patricio Carvajal, recibió una orden de Pinochet en que señala que: "a la brevedad posible los médicos jefes del Servicio de Sanidad del Ejército, de la Armada y la Fach, y Carabineros, más el médico legista de Santiago, certifiquen la causa de muerte del señor Allende con el objeto de evitar que más adelante se nos pueda imputar a las Fuerzas Armadas el haber sido las que provocaron su fallecimiento".

"Las conclusiones de la autopsia se conservaron por 27 años como un 'Secreto de Estado".

"Allende estuvo 'desaparecido' durante un año y diez meses: su muerte quedó recién inscrita, en el registro Civil de Independencia, el 7 de julio de 1975 bajo el número 5 93".

"Según la pericia, el cuerpo no presentaba rastros de alcohol. La prensa permitida por los militares insistió sin embargo en lo contrario. Y para graficarlo aludió al hallazgo en La Moneda de botellas vacías y semivacías de su whisky favorito: Chivas Regal".


Editado electrónicamente por el Equipo Nizkor- Derechos Human Rights el 11sep03
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