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21ago08


Dio comienzo el juicio oral por el caso de "La Escuelita" en Neuquén


Ayer, pocos minutos después de las 9, comenzó el juicio oral y público a ocho militares del Ejército Argentino que a partir del 24 de marzo de 1976 asolaron impunemente la región del Alto Valle de Río Negro y Neuquén. Estaban a cargo del aparato represivo ilegal, montado y protegido en el auto-denominado "Proceso de Reorganización Nacional", y se desplegaron en la región de manera encubierta, en el amplio marco de contención de la Subzona 52, que tenía su centro de operaciones en la Sexta Brigada de Montaña de Neuquén

Las audiencias de debate previstas hasta el mes de octubre próximo serán conducidas por el Tribunal integrado por los magistrados Eugenio Krom, Orlando Coscia y Oscar Albrieu. El Ministerio Fiscal estará integrado por Manuel de Reyes Balboa y Marcelo Grosso.

Los militares, amparados por el abuso del poder, operaban en forma clandestina. Siempre en grupos de cinco individuos, detenían ilegalmente a hombres y mujeres. Los sometían a terribles tormentos, los golpeaban con ensañamiento, abusaban sexualmente de las mujeres, a quienes les tapaban los ojos, las esposaban y las tocaban. También allanaban sus viviendas que, en algunos casos, resultaban saqueadas, procedimientos que contaban con el apoyo de efectivos policiales de ambas provincias.

Los imputados son el teniente coronel Oscar Lorenzo Reinhold, quien se desempeñaba como jefe de la división Inteligencia del Comando de la Subzona 52; el mayor Luis Alberto Farías Barrera, quien actuaba como jefe de la División Personal del mismo Comando y el general (re) Enrique Braulio Olea, responsable de la jefatura del Batallón de Ingenieros 181 y del Área Militar 521.

Alberto Gómez Arenas era el jefe de Inteligencia 182 de Neuquén, individuo que ordenaba y controlaba distintas actividades represivas ejecutadas por los oficiales Jorge Eduardo Molina Ezcurra, Sergio Adolfo San Martín y por el médico Hilarión de la Pas Sosa.

Este último se desempeñaba como jefe de Sanidad del Comando y se habría probado también que prestaba servicios en el centro clandestino La Escuelita.

En cuanto al suboficial Julio Francisco Oviedo, se sabe que tenía la misión de controlar la sección de contrainteligencia del Destacamento 182.

Los jefes castrenses interrogaron y torturaron a numerosos militantes políticos, dirigentes sindicales y vecinales en el centro clandestino conocido como La Escuelita, edificio construido al sudeste del terreno donde aún funciona el Batallón de Construcciones 181, a la vera de la Ruta Nacional 22.

Todos ellos fueron procesados por el Juez Federal de Neuquén, Guillermo Labate, de los delitos de lesa humanidad, de asociación ilícita en concurso real con quince hechos y de privación ilegítima de la libertad agravada. También los incriminó como penalmente responsables de la aplicación de tormentos psíquicos y físicos agravados por ser perseguidos políticos, allanamiento ilegal y robo.

Además, los incriminó por la desaparición forzada de una de las víctimas, en este caso del joven Oscar Ragni, de 21, secuestrado en los últimos días del mes de diciembre de 1976. El joven que estudiaba en la Universidad de la Plata, desde ese momento se encuentra desaparecido. Los jefes militares, varios de ellos imputados, siempre negaron su detención y lugar de cautiverio.

En el auto de elevación a juicio, Labate sostuvo que los graves delitos obedecieron a un procedimiento metódico y delictivo que se ejecutó en el todo el país a partir del 24 de marzo de 1976 y que se prolongó hasta 1983.

Denuncian robo

La abogada del Ceprodh Ivana Dal Bianco denunció que el martes a la noche desconocidos ingresaron a su domicilio particular y le sustrajeron una computadora personal.

Su intención fue poner en conocimiento del Tribunal de este hecho que denunció ante la Fiscalía de turno de la provincia.

Legislatura

Representantes de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH) asistieron ayer a la Legislatura provincial para entrevistarse con los presidentes de los bloques con el fin de solicitarles que presten el recinto para que se desarrolle el juicio oral a los ocho represores de «La Escuelita».

Los diputados Soledad Martínez, de Alternativa, y Ariel Kogan, de la Concertación, presentaron ayer un proyecto de declaración donde ofrecieron la Cámara para que se desarrolle el juicio histórico. Además, mañana solicitarían una sesión especial para el viernes, en la que discutirían este asunto.

La misión: atrapar y torturar

«La Escuelita» era el sitio a donde iban a parar los detenidos; allí los torturaban y humillaban con absoluta impunidad.

Después de algunas recomendaciones sobre "urbanidad" formulados por el presidente del Tribunal Orlando Coscia, concretamente la prohibición de no fumar en la sala, mencionando para ello disposiciones municipales, dijo se había dispuesto contar con un operativo de asistencia médica por cualquier contingencia.

Sin efectuar comentario alguno sobre las incomodidades para trabajar en el recinto y, previo acuerdo de las partes, dispuso la lectura del auto elevación, relacionado con 17 gravísimos delitos.

La secretaria del Tribunal, Julieta Caunedo, relató sobre la detención de Edgardo Cristiansen, ocurrido el 2 del julio de 1976 en Cipolletti, procedimiento que fue ejecutado por personal del Ejército y de la Policía Provincial.

Fue llevado a una comisaría del lugar y luego trasladado hasta una celda de aislamiento de la Unidad Penal U-9 de esta ciudad.

Un día después, allanaron su vivienda, revolvieron cajones, armarios, entraron a todas las dependencias y el 9 de agosto fue movilizado hasta "La Escuelita". Allí fue atado a una cama, esposado y vendado e interrogado. El 23 del mismo mes es devuelto a la U 9 y liberado.

Norberto Blanco secuestrado en la tarde del 11 de agosto del 76 en esta ciudad, por seis policías rionegrinos, en aquel entonces tenía 30 años. Fue llevado hasta la Comisaría 7 de Cipolletti. Su casa fue allanada cuando estaba en prisión y le robaron dinero en efectivo y algunos libros.

Tres días después lo sacan del calabozo, le tapan los ojos y lo trasladan directamente hasta el centro clandestino de Neuquén, donde es interrogado y picaneado. Permaneció en el lugar ocho días. Lo acusaban de su relación con el grupo Montoneros y del Partido Comunista.

Rosa Marta Descea, de 31 años, docente de la UNC, militante del Partido Justicialista. Fue raptada el 2 de septiembre del 76 por varios hombres de la Policía Federal y del Ejército, en momentos en que se encontraba en su casa de Cinco Saltos. Los sujetos utilizaron un vehículo con dominio adulterado.

Después de un paseo por la ciudad con sus ojos vendados, fue trasladada hasta "La Escuelita", donde fue interrogada y picaneada. Estuvo en una celda ocho días.

Antonio Teisido, 39 años, militante del PJ de Roca. Se presentó ante el teniente coronel Oscar Lorenzo Reinhold. Fue detenido encerrado en "La Escuelita" durante diez días.

Lo ataron a una cucheta. Cuando dormitaba le apoyaban un arma de fuego en la cabeza y le gatillaban. Fue fotografiado por un sujeto encapuchado.

El 17 de junio del 76 fue revisado por un médico de la U 9 y liberado en Rawson,Chubut.

Juan Carlos Venancio, el 6 de septiembre del 76 se presentó espontáneamente en el Comando del Ejército, donde fue atendido por Reinhold y el mayor Luis Alberto Farías Barrera, quienes disponen su encierro en "La Escuelita", previo a someterlo a golpes en la cabeza y en el cuerpo.

Fue esposado, encadenaron su cuello a un camastro y fue fotografiado. Después se turnaban para interrogarlo y picanearlo.

Fue liberado quince días después. Estaba muy lastimado, no podía caminar, tenía su rostro lleno de escamas y presentaba lesiones en los ojos y brazos. Fue acusado de ser responsable de un cargamento de armas.

Benedicto del Rosario Bravo y Oscar Alberto Paillalef, ambos de Roca. Se presentaron en el Comando de Ejército de Neuquén el 15 de septiembre del 76.

Fueron movilizados hasta el centro de detención del Batallón, donde son interrogados y picaneados. Los acusaron de integrar el grupo Monteros.

Silencio ante padres desesperados

Al joven Oscar Ragni, de 21 años, lo buscaban distintos grupos de tareas. Allanaron los domicilios de sus compañeros en La Plata, el 8 de noviembre de 1976. Otro procedimiento se produjo 13 días después.

Diez días más tarde entre siete y ocho personas de civil que se presentaron en la vivienda como efectivos de la Policía Federal, preguntaron por Ragni.

El 28 de diciembre de diciembre Lugones escuchó su voz en "La Escuelita". El ex Concejal pudo probar que lo conocía.

Los padres del joven que aún se encuentra desaparecido, se presentaron reiteradas en el Comando y delegaciones Federales y policiales para saber de su paradero.

El teniente coronel Oscar Lorenzo Reinhold y el mayor Luis Alberto Farías Barrera, dijeron desconocer dónde podía encontrarse.

Rostros que no tapan el pasado

Están imputados por haber cometido los delitos más aberrantes. Privación ilegal de la libertad, tormentos físicos y psíquicos a 17 personas contra las cuales utilizaron las peores torturas como picanas, «submarinos», simulacro de asesinatos y golpizas.

La violencia fue uno de los agravantes en todos los actos de los ocho represores que se están juzgando por su actuación en el centro clandestino de detención «La Escuelita» que funcionó en esta ciudad.

Conocer esta realidad de hace treinta y dos años contrastó notablemente con los rostros de los ancianos (y casi ancianos) que se presentaron en el Tribunal Oral Federal de Neuquén.

Antes de este miércoles, tal vez cualquiera de los ocho podría haber pasado desapercibido en una plaza jugando al dominó, paseando con sus nietos o simplemente de la mano de su mujer. Pelo blanco, bufandas a cuadros, «simples abuelos».

Algunos de trajes, camperas color beige, pero encorbados, viejos.

Aunque la Justicia llegó tan tarde y los encontró canosos, detrás de las apariencias de estos ancianos se guardan los peores recuerdos e imágenes de sufrimientos de los tantos neuquinos que fueron secuestrados por la dictadura militar.

La primera jornada fue larga, por momentos algunos de los ex militares cerraban sus ojos, pareció que se dormían de a ratos.

Claro sus más de setenta años no les permitió escuchar con atención las casi siete horas de imputaciones de los querellantes que leyó la secretaria del Tribunal.

Julio Francisco Oviedo, ex sargento ayudante, tenía en sus manos un cuaderno en el que parecía realizar algunas anotaciones, pero cada tanto, ya que por varios minutos cerró los ojos.

Esas caras están tan arrugadas que parecen haber perdido los rasgos de una persona capaz de lo peor.

Los ocho estaban detrás de sus abogados, «acobachados» escuchando pero de manera lejana, no dieron indicios de preocupación.

Al término del primer día de juicio, a ellos los retiraron antes que el público. Cuestodiados hasta la cabeza se los llevaron nuevamente a su casa por estos días, la U5.

Desde la calle se siguió todo con atención

En coincidencia con un paro de la CTA, frente a la sede del Tribunal hubo una numerosa cocentración.

Una jornada histórica palpitó ayer la memoria cuando el Tribunal Oral Federal abrió el juicio a ocho represores que actuaron en el centro clandestino de detención «La Escuelita» de la capital neuquina.

Apostados sobre la Carlos H. Rodríguez, más de un centenar de personas transitó el primer día. Tranquilos pero movilizados, después de 32 años de lucha, acompañaron la jornada, declinando su presencia hacia la tarde.

Sindicatos, organizaciones políticas de izquierda, de Derechos Humanos, estudiantiles, docentes, familiares de desaparecidos, trabajadores y público en general, arribaron desde muy temprano para escuchar las primeras lecturas y pedir juicio y castigo.

Se vió a la CTA, ATE, ATEN, SEJUN, Fasinpat (ex Zanon), PTS, HIJOS Alto Valle, APDH, Zainuco, En Clave Roja, La Revuelta, al Centro de Profesionales por los Derechos Humanos (Ceprodh), Madres de Plaza de Mayo y otras agrupaciones.

Limitaciones

Así, con una nutrida participación, desanduvo la primera audiencia. Cerca de un reducido público y lejos de una mayoría que, por cuestiones de espacio físico, presenció el juicio, fuera del recinto, a través de dos pantallas.

Sobre una calle cortada para el tránsito de vehículos, entre Avenida Argentina y Diagonal Alvear, con presencia policial para evitar incidentes y cierta irritación que, no obstante, no opacó la satisfacción de ver lo que hace años esperaban que ocurriera.

Es que para muchos, el juicio debería haberse realizado en otro lugar que garantice mayor participación del público. «Treinta y dos años hemos esperado pero no para que el juicio sea cerrado», sostuvo Paola Panizza de HIJOS. A lo que Noemí Labrune de APDH agregó: «Hubiéramos querido que sea más amplio y cómodo el lugar, aunque lo importante es que se haga».

Testigos y familiares

«Después de tanto tiempo uno empieza a terminar de cerrar el duelo. El juicio es algo ejemplificador para las generaciones posteriores a la mía; para que nadie tenga que volver a pasar por lo que nosotros vivimos», manifestó Nora Vecchi, hermana de Cecilia, desaparecida el 9 de junio del ’76 de esta ciudad.

El testigo Francisco Alberto Ledesma, sostuvo: «Lo vivo como parte del proceso de esclarecimiento de todos los hechos aberrantes en la Argentina». Y agregó: «Es muy difícil hablar sobre algo que pasó hace tantos años pero lo tengo que hacer». Dispuesto a decir la verdad, Ledesma viene a relatar lo que vivió. Detenido el 6 de noviembre del ’76, señaló al ex jefe del personal de la Sexta Brigada, Luis Alberto Farías Barrera.

En una segunda etapa, Orlando Balbo, quien acusó al agente de servicio Raúl Guglielminetti de su detención en la Policía Federal, también tiene previsto testimoniar. «Habrá un antes y un después. Con este juicio, la sociedad se explicará lo que pasó». Y responde con gran vehemencia, a pesar de haber perdido la audición, como secuela de las torturas que sufrió.

[Fuente: La Mañana, Neuquén, 21ago08]

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