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05may13


Los isleños del Delta del Paraná viven acosados por el narcotráfico


Esa noche hubo desvelo de perros en las costas de la Isla Talavera, sobre el Delta del Paraná. El alumbre de linternas y los rumores de pisadas inquietaron a la jauría. Héctor Valori salió de la casa a recibirlos. Contó seis pero se detuvo en el rostro adolescente del más excitado, que no debía tener más de 15.

A Valori lo encañonaron, y lo ataron a un palo con alambre San Martín, que es el que se usa para perimetrar los campos por su resistencia a casi todo. Hubo palizas por turnos hasta fracturarle el tabique, hundirle una parte del cráneo y estropearle para siempre uno de los ojos. El asunto siguió empeorando: alguien intentó arrancarle el dedo medio de la mano izquierda con una tenaza, pero la impericia o el desagrado no lo permitieron. Otro, más pragmático, completó la faena con un fogonazo de pistolón, dejándole un muñón entre dos pares de falanges.

Valori pagó así su intromisión: el día anterior había corrido a tiros a unos narcos que intentaron desembarcar la droga dentro de su propiedad.

Ahora, los adivina navegando río adentro o descargando en las orillas de los vecinos que aceptaron, porque tienen miedo o porque son pobres, ser socios menudos en el negocio. "Necesitamos una intervención federal porque el Delta es un aguantadero", dice, con la vista fija en la barreda de juncos que asoma desde el agua calma.

Chúcaros.

El mapa del narcotráfico en la Argentina revela territorios críticos. Las provincias del norte (las regiones NOA y NEA aportan casi el 90% de las causas federales por ley de estupefacientes que se tramitan en el país), y las zonas de puertos (por donde la mercancía sale al exterior, multiplicando la rentabilidad), en especial, Rosario, Mar del Plata y la jurisdicción de Zárate - Campana, ostentan las estadísticas más altas de actividad criminal.

Es precisamente en el Delta del Paraná, límite natural entre Buenos Aires y Entre Ríos, donde el comercio de la droga instaló un escenario de acopio y tránsito. Las razones son mayoritariamente geográficas. El lugar está atravesado por arroyos que se conectan, hacía el Oeste, con el Río Paraná, y hacía el Este, con el Paranacito y el Río Uruguay, trazando una ruta de tráfico con el litoral, de donde proviene la marihuana en cantidades industriales y donde es más fácil enlazar, por ejemplo, con Salta para el suministro de cocaína.

Además, por su ubicación, el Delta es la puerta de acceso de la droga al Conurbano por el lado norte, gracias a su vecindad con Pilar y Escobar. Pero existe otra explicación, más amarga, de la presencia narco en las islas: la impunidad.

Las aguas del Paraná dibujan una paisaje de riachos, esteros y humedales que se presentan inaccesibles al extraño. En esa hidrografía hostil los controles son nulos y los locales, repiten, quedan a la buena de Dios.

Con un Estado ausente, los traficantes, con recursos por la extraordinaria rentabilidad de su comercio, ocupan las vacantes e imponen las reglas.

"La Prefectura -se queja Valori- sólo aparece cuando hay un ahogado, pero acá la droga cruza a toneladas."

El hombre anda cansado. Ya tiene 71 y una vida en la que supo ser dirigente gremial y policía. Dejó todo y llegó al Delta para envejecer bien. Pero vive mal sobre el kilómetro 191 del Río Pasaje Talavera, frente a la isla Botija. Cuenta que el narcotráfico en la zona no es nuevo y que lo viene denunciando con regularidad desde hace seis años, aunque, remarca, ningún juez o fiscal se ocupó de investigarlo.

Además de la sesión de tortura, Valori fue baleado varias veces. En una, el proyectil entró por el codo derecho, reduciéndole la movilidad del brazo para el resto de sus días. Otra vez, el tiro le agujereó la espalda y le perforó un riñón.

Que cada tanto le roben la canoa o le arruinen los tramayos ya no lo deprime. Lo que altera sus nervios es que le maten algún perro. Le quedan 12 y avisa que va a tener más.

"Son los únicos que me cuidan", murmura.

Cansado de sentirse invisible, Valori, junto a otros vecinos, creó la Asociación Civil Zárate-Canal Irigoyen-Pasaje Talavera (ZAR-CA-PA), una suerte de ONG dedicada a denunciar las penurias de los isleños. El reclamo insistente advierte sobre las bandas criminales instaladas en la región.

"Nos unimos por la inseguridad que existe, el narcotráfico es diario y nos amenazan porque nosotros vemos todo. Además, sufrimos el robo de viviendas, de botes y roturas de las herramientas de pesca durante los aprietes mafiosos de las mismas bandas de narcos. Es una zona liberada. No vemos a la Prefectura Naval, ni a la policía ni nada. Entonces nos preguntamos, ¿Zárate solamente es el continente? Hay un abandono de parte de los funcionarios municipales muy grande en las islas, en donde pasa de todo y nadie se entera. Muchos dicen entender nuestro reclamo, hasta hemos entregado notas al Concejo Deliberante, pero nadie hace nada. Todos nuestros proyectos han sido archivados", se lamenta Juan Carlos García, uno de tantos exiliados.

García, 57 años, oriundo de la isla Lechiguana, suboficial de la Armada retirado, recuerda que llegó al Canal Irigoyen, paralelo a la vieja ruta 12, entre el Puente Zárate Brazo Largo y el Arroyo Águila Negra, para levantar una escuela de oficios en el edificio de la sociedad de fomento. Así, imaginaba, les acercaría a los pobladores del Delta la chance única de nuevas fuentes de trabajo que mejorarían la calidad de sus vidas. Pero el proyecto naufragó en las mismas aguas del Paraná. García era testigo involuntario de los desembarcos de droga en las orillas y eso molestaba a los capos del negocio. Las maneras para espantarlo no fueron moderadas: aprietes, palizas y fuego a discreción.

-Dos veces me tuve que tirar al agua y escapar nadando. No me mataron porque los isleños somos chúcaros- se ufana.

García dice también que el tráfico fluvial es apenas un complemento del que sucede por aire, donde el disimulo parece importar menos.

"En las noches -agrega- las avionetas vuelan en círculos sobre las islas a muy baja altura y arrojan paquetes sobre los campos. Conocemos una familia que denunció la maniobra y desde entonces vive amenazada. Incluso, una noche fueron baleados por desconocidos."

La mercancía bombardeada desde el cielo es recogida y trasladada en lanchas o guigues (canoas) hasta el continente, donde se la muda a camionetas, o motos en los envíos chicos, a cargo del trasporte por rutas hasta los centros de distribución y venta. Si la operación, en todos sus tramos, resulta exitosa, algunas de esas partidas tendrá como destino final Uruguay o Europa.

Pese a que la zona insular de Zárate equivale a más del 50% del territorio del partido, en el Delta no hay electricidad, ni agua potable, ni siquiera un camino asfaltado que los comunique con el continente.

"Si no tenemos una sala de primeros auxilios -reflexiona García-, ¿cómo vamos a pretender que instalen un radar? Acá estamos peor que los presos. Por eso todos se fueron abajo del puente."

Los pomelos.

Francisco Mazzolo -46 años, padre de seis hijos, changarín del rubro que sea- vio arder su casa tres veces. Los incendiarios aprovecharon la ausencia prolongada, siempre culpa de la creciente en el Paraná que lo obligan a irse.

Pero después del último atentado no hubo posibilidad de volver. Matones armados y montados en caballos custodiaban lo que supo ser "La Matilde", propiedad de los Mazzolo durante más de 30 años. Uno, que se mostraba con más jerarquía que el resto, le explicó que había adquirido el lote a través de un escribano y hasta le mostró un papel mecanografiado y con sellos. La protesta de Francisco duró lo que se demora en desenfundar una pistola.

A los Mazzolo no les quedó más que vivir a la sombra del puente Zárate Brazo Largo, en el asentamiento "Los Pomelos", levantado junto a otros desplazados.

Las usurpaciones en el Delta, según los testimonios de la zona, están vinculadas con la ruta del narcotráfico. Los patrones de la droga pretenden acopiar y descargar sus productos a salvo de la mirada de ajenos y para conseguirlo necesitan adueñarse de todo.

"Los isleños estamos siendo desalojados por bandas armadas que extorsionan y roban nuestras casas para montar sus negocios y nos obligan a vivir como marginales lejos de lo que amamos", alega Francisco, y enseguida enseña las fotocopias de sus denuncias tramitadas hace tiempo en el juzgado local. Ninguna causa avanzó.

La cifra

10 mil son los kilos de marihuana y cocaína que el Juzgado Federal de Zárate-Campana incautó desde de diciembre de 2009 hasta la actualidad.

Los expedientes

Durante el segundo semestre de 2012, en el Juzgado Federal de Zárate-Campana se tramitaron 60 causas por violación a la ley de estupefacientes y se detuvo a 29 sospechosos. Ningún caso fue investigado por la Prefectura Naval.

La causa de las "peras blancas"

En diciembre de 2012 la Policía Judiciaria de Portugal detectó un cargamento de 1235 kilos de cocaína de máxima pureza en el puerto de Lisboa. La droga estaba escondida dentro de tambores que contenían pulpa de peras y había salido desde Zárate. Los jefes del operativo valuaron la carga en 56,5 millones de euros.

El fiscal federal de Zárate-Campana, Orlando Bosca, fue quien investigó la conexión local de la organización trasnacional y ordenó la detención de un rosarino de 61 años, que dijo ser músico aunque en el expediente penal figura como el "administrador" de la empresa textil que alquiló el galpón al que debía llegar la carga en Mérida, la capital de Extremadura, en el sudoeste de España. Su nombre es Carlos Alberto Mulé.

El otro detenido es un empresario de Campana, identificado como Carlos Mario Ruvolo, de 60 años y presidente de LTDI SA, una empresa dedicada a la importación, exportación y despachos de aduana.

El juez de Zárate-Campana, Adrián González Charvay, los procesó como coautores de contrabando por ocultamiento agravado por tratarse de sustancia estupefaciente destinada inequívocamente a su comercialización como así también por la intervención de dos o más personas y ordenó que se les trabara un embargo por 20 millones de pesos a cada uno.

La resolución fue apelada por los defensores de los acusados y está siendo analizada por la Cámara de Apelaciones de San Martín.

[Fuente: Por Gastón Rodríguez, Tiempo Argentino, Bs As, 05may13]

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