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17may11


Una condena que no deja lugar a la fuga


Transcurridos treinta y cinco años de los fusilamientos, diez de la reapertura de la causa judicial, luego de escuchar a más de 120 testigos, en 60 audiencias orales y públicas, la lectura de la parte resolutiva de la sentencia llevó menos de 30 minutos para escuchar la condena a cadena perpetua a ocho militares y al único policía sentando en el banquillo de los acusados, por el asesinato de quince víctimas, cuatro de las cuales permanecen desaparecidas. Pero nada fue tan sencillo, la convocatoria original, para las 8.30, apenas dio lugar a las “últimas palabras” de Alfredo Chas, quien en un discurso políticamente correcto hasta el hartazgo ya se había declarado inocente. El policía consiguió, en forma inesperada, la absolución.

Después, la decisión del Tribunal Oral Federal de pasar la lectura de la sentencia para las 17, que enojó a todo el público, al punto que desencadenó una reacción inesperada: como nunca sucedió a lo largo del juicio, familiares de víctimas y victimarios coincidieron en fustigar a los jueces.

Medida inapelable, para las 17, en punto, Gladys Yunes, presidenta del Tribunal, leyó la condena a cadena perpetua contra Athos Rennes, Ernesto Simoni, Aldo Martínez Segón, Germán Riquelme, Jorge Carnero Sabol, Ricardo Reyes, Ricardo Losito (ya había sido condenado a 25 años en la causa por el ex Regimiento de Infantería 9, en Corrientes) y José Luis Patetta (también condenado a 25 años, pero en la causa Caballero que investigó la represión ilegal en el Departamento de Policía de Chaco). En cambio, fue absuelto Luis Alfredo Chas, por falta de pruebas.

Todos los militares están condenados como “coautores de homicidio agravado, por alevosía y el número de víctimas”.

Tensión

Con exclamaciones y lágrimas, familiares de las víctimas escuchaban las condenas, con Patetta y Losito fueron los momentos de mayor festejo, entre aplausos y alguna ironía suelta. Pero, en general, la audiencia fue absolutamente tranquila.

En cambio, toda la calma se rompió cuando el Tribunal absolvió a Chas. Los familiares del policía rompieron en llanto (aunque no tenían mucha esperanza, porque, según testigos, adelantaron el casamiento de una nieta del imputado para evitar que, tras la sentencia, no pudiera asistir a la boda) y descargaron toda su tensión contra los familiares de las víctimas.

Chas, de pie, con cara de sorpresa, escuchó su libertad por falta de pruebas.

Igual, Juan Andrés Sala, hijo de Néstor –una de las víctimas de la Masacre– y de Mirta Clara –ex presa política– pudo descargar su bronca contra Patetta: “Vos fuiste el que asesinó a mi papá”, le gritó.

La contracara, la impotencia de la nueva generación de la Pierolada (sobrinos de Fernando Piérola, que es una de las víctimas del 13 de diciembre de 1976 que continúa desaparecida): “¿Dónde están los cuerpos de nuestros compañeros, de nuestra familia?”, preguntaban a los gritos, mientras la familia Chas era desalojada de la sala.

En otra parte de la sentencia, el Tribunal hizo lugar al pedido de falso testimonio presentado contra el ex soldado y escritor frustrado Alfredo Maidana. En cambio, no hizo lugar al pedido de la defensa que acusó de falso testimonio a Francisco “Tete” Romero, ministro de Educación.

Los jueces también hicieron lugar al pedido de falso testimonio planteado contra el ex médico policial Orlando Grillo, que representa la complicidad civil chaqueña en el terrorismo de Estado.

En tanto, los fundamentos completos del fallo se conocerán recién el 12 de julio, según lo anunció la jueza Yunnes. Justo el 12 de julio sería el cumpleaños de Néstor Sala, víctima de la Masacre.

El final

Sobre el final, el abrazo partido entre familiares de las víctimas contrastaba con la desazón de los familiares de los imputados. Sólo la esposa de Martínez Segón habló con la prensa, para descalificar el fallo. Para acallar cualquier rumor y como una manera de festejar un triunfo contra la impunidad de 35 años, con los dedos en V o con el puño en alto, los presentes comenzaron a cantar el Himno Nacional Argentino.

Pero, a diferencia de la sentencia en la causa Caballero, cuando todos abrazaban a los sobrevivientes que declararon en el juicio, en la sentencia por la Masacre de Margarita Belén no había sobrevivientes para abrazar. Por eso, a voz batiente, tomó mucho más fuerza y sentido el Himno cuando la sala de audiencias bramaba: “Oh juremos con gloria morir”.

[Fuente: Por Marcos Salomón, desde Resistencia, Pag12, Bs As, 17may11]

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