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10oct04


En el caso del asesinato de Gramaglia hay dos detenidos y cuatro involucrados.


Se conocieron cuando ella empezó a llevar a su hijita para que él la atendiera. Era una relación paciente-profesional, como cualquier otra. Pero dicen que su sensibilidad le jugó una mala pasada, se olvidó de su tarea específica y empezó a querer contenerla cada vez que ella le contaba sobre sus problemas de pareja, un vínculo que tenía ocho años de historia.

Después, cuando comenzaron a intimar, todo pasó a ser una cuestión de piel. Pero él se cansó, se sintió agobiado y cortó hasta en lo profesional: a principios de setiembre, derivó a la nena a otro kinesiólogo. Dos semanas después, desapareció.

Cuando hace 8 días lo encontraron asesinado, nueve metros bajo el agua del dique La Florida, el final de la relación entre Darío Gramaglia y Sonia Randazzo ya estaba bajo la lupa y se había convertido en la historia que sacude a San Luis.

En octubre de 2003, Sonia Randazzo —39 años y secretaria electoral de la provincia— llegó a la clínica Cerhú, un centro especializado en genética. La consulta era por su beba, nacida en abril de 2002: necesitaba un tratamiento especial.

La derivaron al kinesiólogo Darío Gramaglia, un joven de 29 años, nacido en Córdoba y radicado en San Luis desde fines de 1999. De un metro ochenta, cabello castaño y ojos marrones, Gramaglia —según cuentan quienes lo conocían bien— se metió en el caso de cabeza.

El joven kinesiólogo estaba separado (de ese matrimonio tenía un nene de 5 años) y vivía solo en una casita que alquilaba en el barrio "99 Viviendas". Y estaba pensando en comprar una: para eso había recibido $ 2.500 que su papá le había enviado desde Córdoba. Eso era el anticipo, después la pagaría en cuotas a largo plazo, un plan común en San Luis.

Mientras el tratamiento con la beba de Randazzo avanzaba (ella también tiene un nene de 3 años), dicen que empezaron las confesiones. "La relación con su marido (Alberto Figueroa) no era buena y habían tenido varias discusiones fuertes", dijo a Clarín un amigo de Gramaglia quien quiere que su nombre se reserve.

No es el único que menciona estas desavenencias. En el expediente por la investigación de la muerte del kinesiólogo, el personal doméstico las confirma. Y también se supo que algunos amiguitos del hijo de la pareja hablaron alguna vez de "las peleas del Beto y la Sonia".

"Para entonces, la relación de Darío con Sonia ya era una cuestión de piel", recuerda el amigo del kinesiólogo. Y menciona que los encuentros se hacían en la casa del 99 Viviendas: "Ella llegaba con su Rover azul y él lo guardaba en la cochera para que no lo vieran frente a su casa".

Al Rover también lo vieron muchas madrugadas de sábado en la zona de la terminal de ómnibus. Es que Gramaglia estaba haciendo un posgrado en la clínica Castillo Morales, de Córdoba. Todos los jueves viajaba hacia allí, llegaba a la madrugada del viernes, tomaba unos mates con sus padres, después iba al curso y a la noche pegaba la vuelta hacia San Luis. "Ella solía ir a esperarlo", recuerda el amigo.

Dicen que la situación conflictiva entre Randazzo y Figueroa explotó a comienzos de 2004 y que estuvieron unos meses separados. Pero después se arreglaron, aunque todo siguió tenso. En el expediente por el crimen figura que Figueroa hasta llegó a amenazarla: "Te voy a cagar matando si seguís con ese tipo", afirman que le dijo en una crisis de celos.

Por entonces, a Gramaglia la relación comenzaba a agobiarlo, aunque seguía atendiendo a la nena con diez sesiones por mes. Por cada una cobraba 80 pesos. Y allí seguía viendo a Randazzo.

"Así empezó a buscar la forma de cortar la relación pero sin dejar de atender a la nena", cuentan quienes lo conocían. Pero dicen que Randazzo insistía y eso se le convertía en tortura.

Entonces, mencionan que un libro fue clave para decidir la ruptura: "Leyó La ilusión de vivir, del español Enrique Rojas, un médico autor de textos de autoayuda, best-séller en todo el mundo".

Cuentan que hubo un mensaje sobre la coherencia afectiva, que lo tocó de manera profunda. "La felicidad es suma y compendio de la vida auténtica (...) No depende de la realidad sino de la percepción de la realidad que uno hace (...) Lo que nunca debemos perder es la coherencia, la autenticidad", leyó.

Allí tomó la decisión: derivó a la nena a otro kinesiólogo y cortó su relación con Randazzo, aunque ella siguió llamándolo. La ruptura fue a comienzos de setiembre. El 22, desapareció.

Según su amigo, Gramaglia "se sentía perseguido cuando caminaba por la calle, aunque creía que Figueroa no iba a hacerle nada". Horas antes de la desaparición, en su teléfono quedó registrado un llamado de la mujer. Y, según figura en el expediente, hay otro en la mañana del 23.

Lo encontraron hace ocho días. Los asesinos primero lo golpearon, después le ataron manos y pies con alambre, lo amordazaron con cinta de embalar y le taparon la cabeza con una bolsa de nailon. Luego, lo recubrieron con sábanas y una carpa y, tras atarle una viga de cemento al cuerpo, lo tiraron al dique La Florida. Su hermano lo reconoció por el sol negro que Darío tenía tatuado sobre un hombro.

Por el caso hay 6 imputados (incluida Sonia Randazzo) y, de ellos, dos están detenidos, con preventiva. Randazzo fue apartada de su cargo y está libre.

[Fuente: Clarín, Bs As, Arg, 16oct04]

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